{ESP} Cuento corto: Libertad nívea

---

_{Foto tomada de este sitio}

La tormenta agobiaba una vez más aquella ciudad perdida en las ruinas, las gotas frías y escurridizas agolpábanse contra su hogar, produciendo leves sonidos casi inaudibles y el fuerte viento susurraba a gritos por entre las ramas muertas de los árboles. Los pájaros escapaban de un destino poco prometedor y protegían sus nidos con notable lealtad, lo cual le antojaba que la disposición de tanta libertad sería tal como un sueño para ella. Sus suspiros débiles y carentes de vida eran lo único que se oía dentro de su habitación, levemente ahogados por la tempestad que desatábase en el exterior. Expectante por lo que aún desconocía, seguía sentada en el alféizar de la ventana, aguardando por lo que no lograba concebir como real.

Su mirada se perdía en la infinita negrura que reinaba en el jardín, el mal augurio climático siempre se lograba apoderar de ella y de sus pensamientos, aunque fuera de una forma extraña e involuntaria. Por más que no se encontraba psicológicamente presente en dicha escena, podía sentir el cansancio desgarrando sin piedad alguna sus músculos. No sabía de qué constaba lo que su alma pedía a gritos, no obstante recaía en la noción de su solitaria situación y de lo desesperante y exhaustivo que aquello comenzaba a ser. No significaba un pedido irreal, tan sólo un “alguien” que la escuchase e hiciera sentir comprendida, una persona que destellara entre tanta nebulosa de oscuridad.

Era una muchacha joven, de noble corazón y de honesta sonrisa, aunque su percepción de sí misma constaba de una notable y triste distorsión. En sus momentos de plenitud, había sido una bella mujer, aunque, luego, redujérase a simples cenizas. Suspiraba sus penas y ahogaba su llanto en las esperanzas del mañana, en despertar y encontrar un futuro fructífero que la alejara de todo el mal que tan horriblemente comenzaba a destrozar su buen espíritu. Intentaba tornarse fuerte y demostrar que no respondía ante la situación cliché de llorar cuando el alma apuñalada lo aclamaba, pero las lágrimas rodaban inconcientemente por sus mejillas, una imagen que jamás hubiese aprobado. Un torrente de pensamientos remoloneaba por su mente, quebrando todo posible indicio de sanidad que aún existiese y ahogándola más profundamente en la vorágine de depresión de la que nunca había podido salir.

Un escalofrío la tranportó a la realidad de su cuarto. No era más que una habitación decorada por una basta chimenea, rebosante de leñas y fuego, cuadros de famosos artistas recubriendo con delicadeza las paredes rosáceas y una exquisita decoración aportada por las terminaciones antiguar de los diferentes muebles. Aunque la calidez era una variable constante en dicho cuarto, le era posible sentir como el frío calábase por su médula una vez más, debilitando la poca fuerza y resistencia que aún podía ofrecer. Tan sólo era el bosquejo de una pobre alma incomprendida en un cuerpo que la agobiaba, encerrada en la agonía del sufrimiento, mientras que su única esperanza estaba representada en el vano intento de librarse de todo aquello que tanto la había corrompido.

Inhaló y exhaló, en busca de la paz que sabía que no hallaría, se levantó de donde encontrábase sentada y caminó con serenidad hacia el pequeño armario, donde solía reposar su ropa de cama. Abrió lentamente una de las puertas del mueble, ignoró el espejo que colgaba delante de ella y el espectáculo funesto aconteció, su cuerpo habíase reducido a una nívea capa de piel que demarcaba los límites de sus huesos visibles. No significaba más que una conducta insana jugando con su delicadeza, la anorexia erradicándola de este mundo y su insufrible depresión amenazando con matarla. Se trataba, sin más, de quien no deseaba ser. Un débil suspiro se escapó de sus labrios y el contorno de sus costillas destelló nuevamente, ¿Qué tanto había caído? ¿Cómo había permitido que todo aquello ocurriese? Sus ánsias de libertad eran inexorablemente lo que la mantenían con vida, necesitaba escapar de aquella cárcel corpórea que tanto amenazaba con aniquilarla.

Acurrucose entre las múltiples mantes que yacían sobre su cama y se dispuso a imaginar un mundo que le pareciera más justo, libre e ideal que este. Volvían a acontecer las lágrimas corriendo por las sombras de su rostro, un estruendo casi metálico quebró el silencio nocturno, pero aquello no desvió su atención de lo que tanto quería. Una suavidad delicada recorrió su cuerpo y un espasmo involuntario provocó que perdiese el conocimiento. Sin duda, la situación se planteaba prometedora para ser la hora de su fin.

La brisa corría por su cuerpo y sus sensaciones enloquecían ante la novedad. Sus ojos continuaban cerrados, su piel no sentía frialdad y la calidez de las mantas había desaparecido. Era mejor que flotar en la nada y que hundirse en el goce, sentía el oxígeno ingresar en sus pulmones por primera vez, la agonía transformábase en una mentira del ayer y, a cada segundo que transcurría, denotaba que aquellos años tortuosos no habían sido más que una pesadilla. Ya no había huesos amenazando con quebrar su piel, lágrimas, sombras o dolor, tan sólo se encontraba ella y un abanico de nuevas posibilidades que se desplegaban ante sus ojos.

Decidida, abrió los ojos con cierta impaciencia y un rayo de Sol la alcanzó, haciendo que los entrecerrara levemente. Sus extremidades extendidas al infinito y su destino dibujado en el horizonte, inhalaba pureza y exhalaba felicidad; las plumas blanquecinas proporcionaban una ligereza exquisita, casi perfecta. Planeaba sin dudarlo, tal como si aquello hubiese sido una habilidad innata, sentía cómo el pasado dejaba de perseguirla y, así, como su vida se entornaba, nuevamente, en un recuerdo favorable y agradable.

---

Espero que les guste! :)