Saludos a toda esta hermosa gente de #venezolanossteem, en especial a mi amiga @sharifanamin, quien en su segunda semana del Diario de las emociones, nos invita a hablarles de la "alegría", este sentimiento puro que nos saca sonrisas y lágrimas al mismo tiempo.

Muchos han sido mis momentos de alegría. Pero los que más tengo grabados en mi mente son los que viví de niña, por ejemplo, ir en la parte trasera de la camioneta de mi papá a "Tunapuicito", el pueblo donde él había nacido, y hacer pozas en el río con piedras, troncos de matas de cambur y palos, comer "bolas de plátano" y tomar sopas de gallinas criollas. También cuando aparecía en los "cuadros de honor" de la escuela. Pero mi dicha mayor fue cuando Carolina llegó a mi vida.

Yo tenía 9 años, en enero iba a cumplir 10. Hice mi carta al Niño Jesús y, por tercera vez, pedía una muñeca grande, de ojos azules, que cantara, hablara y le crecieran los cabellos. Ya para ese momento me habían advertido que me estaba poniendo grande (de edad, no de tamaño) y que, probablemente, ese sería mi último regalo de Navidad. Así que con todas mis ganas le escribí al Niño mi carta. Eso, al parecer, conmovió mucho a mi hermana-mamá Tina, quien agarró un ferry y se fue para la isla de Margarita a comprarme mi muñeca.

Era la madrugada del 24, no podía dormir y eso que soy bastante "dormilona", daba vueltas y vueltas por la casa, y nada de regalos en el arbolito. Todos notaban mi inquietud, de modo que mi hermana me explicó que si no dormía el Niño Jesús iba a pasar de largo, porque a él no se le puede ver, sino sentir dentro de nuestros corazones. Fue una charla tan larga que me resultó anestésica, al punto de quedarme dormidísma. Cuando desperté, corrí hacia el arbolito y allí estaba mi princesa, la más bella de todas las muñecas del mundo. Lloré de alegría.

Le puse el nombre de la hija de Popy y de Popina, eran los personajes de moda del momento. No sé si se acuerdan; él le compuso la canción:

Caro, Caro, Carolina, la muñeca de Popina... la hermanita de Popito, la locura de Papá.

Con Carolina canalicé mi instinto maternal, la bañaba, la vestía, la paseaba en las tardes. Algunas personas se burlaban de mí y decían: "Esta muchachita quiere ser mamá rápido", jajaja. A veces los adultos se equivocan. Cuidé tanto a Carolina, que decidí en esa época que no quería ser madre, porque era una gran responsabilidad; cumplí mi palabra. Carolina se ha convertido en mi hija de verdad, cuando compré mi casa en Cumaná, le pedí a mi hermana que me la llevara, porque necesitaba tenerla conmigo. Cuando la tuve de nuevo sentí la misma dicha.

Recientemente ella cumplió 40 años y yo, 50. Le hice su fiesta con mis sobrinos. Quiero que ellos le pierdan el miedo, porque, lamentablemente, en muchas películas de terror han utilizado muñecas como ella, como el personaje diabólico. Esta idea tal vez se le ocurrió a alguien que no tuvo la dicha de que el Niño Jesús le trajera lo que pidió de regalo.

Carolina en su fiesta

Invito a mis amigos @mariami, @rosselena y @vivigibelis para que nos cuenten sobre sus alegrías. Aquí la información