No pude contener las lágrimas al leerte. Me paseé por momentos difíciles en los que he sentido tambalear la fe, y luego de la nada ha salido la mano de Dios para demostrarme que soy su hija, y que no me ha de desamparar, como no lo ha hecho con esta familia.
Gracias, amiga, por tanto. Un abrazo.
Conozco el sentimiento perfectamente y sé que siempre un ángel terrenal o quizás celestial que te tiende la mano, te abrazo