SEC-S16-W3 | El arte inspira, by Oneray

El Maestro del Cuerpo

Imagen tomada de la publicación original

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    En el corazón de Maracaibo, en una tarde fría y con mucho viento, un grupo de estudiantes se reunió en el antiguo salón Marfil, del Centro de Arte Lía Bermúdez, en Maracaibo, para Cirujanos. Entre ellos, se encontraba Oneray, un aprendiz de las ciencias médicas muy sobresaliente. Su mente borboteaba con ansias de conocimiento, y sus ojos brillaban como faro a media noche ante futuros descubrimientos.

En el centro de la sala, y sobre una mesa de madera gastada, yacía una figura humana con un lienzo que cubría solo su virilidad. El aire estaba lleno de expectación cuando el respetado Dr. Nicolaes Tulp, líder de los cirujanos, levantó el paño revelando la completa obra maestra de la anatomía humana.

No tan lejos, se encontraba el talentoso Rembrandt van Rijn, con su caballete, su paleta de colores, y su atril, esbozando sobre un lienzo nuevo, una obra que trascendería el simple arte. En ella, mostraba al Dr. Tulp rodeado por sus estudiantes, todos atentos, mientras él, desarrollaba la clase acerca de la complejidad del cuerpo humano y muchos de sus misterios acerca de la vida.

Oneray, dominado por la escena ante sus ojos castaños, se encontraba especialmente fascinado por el rostro del médico. Los ojos del doctor brillaban como una luz encendida sobre una montaña, con esa sabiduría y dedicación que a pocos humanos se les otorga como don, su gesto, sereno y aplomado, transmitía autoridad y respeto en toda la sala. Rembrandt, inmerso en su grandioso talento, esculpía con el óleo; Era como si en cada pincelada hubiera capturado la esencia misma del conocimiento y de todo su entorno.

Mientras el Dr. Tulp guiaba a sus alumnos a través de los escabrosos detalles del cuerpo humano, Oneray se encontraba inmerso en un mundo maravilloso. Cada músculo, cada hueso, cada parte del cuerpo, tenía una historia para contar. Era como si el lienzo cobrara vida ante sus ojos, revelando los secretos más íntimos y más profundos del ser humano.

A medida que la lección llegaba a su fin, Oneray se dio cuenta de que había presenciado algo más que una simple demostración de anatomía; Había presenciado la creación de aquella pintura, que era un tributo al poder del conocimiento, y al mismo tiempo, un recordatorio de que en la búsqueda del saber, el arte y la ciencia se funden en una danza eterna.

Al salir del salón, Oneray llevaba consigo no solo el recuerdo de la lección magistral del Dr. Tulp, sino también una nueva comprensión del mundo artístico que lo rodeaba sin notarlo. Sabía que su viaje hacia el dominio de las artes médicas apenas comenzaba, pero determinado y lleno de pasión por el camino que tenía por delante.

Y así, bajo el cielo crepuscular de Maracaibo, en el Centro de Arte, y frente al majestuoso Lago que lleva su nombre, Oneray se dispuso a seguir los pasos de aquellos que habían venido a este mismo salón antes que él, llevando consigo el legado de aquel día memorable, donde el arte se convirtió en ciencia y la ciencia se convirtió en todo un arte.