María es una dulce muchacha con un corazón tan hermoso como su apariencia. A ella le encanta pasear por el pueblo y a su paso todos la saludan con mucho cariño, porque ella se ha ganado el aprecio de todos.

Todas las tardes María lleva consigo un Cuatro y se sienta en la Plaza a tocar y cantar música venezolana, quien con su dulce y melodiosa voz cautiva a todos los que están de paso, y se acercan a disfrutar del encanto del momento. Los deleitaba con todo tipo de música y las personas le hacen ruedas y se sientan muy cerca de ella. Este tiempo es valorado por los presentes, quienes les aplauden y escuchan con atención. Estas muestras de cariño llenan y complacen a María.

Una tarde, María se sintió resfriada y no salió a la Plaza, como era su costumbre; sin embargo estando en cama al escuchar que tocaban a su puerta, se colocó un abrigo y salió a ver quien con tanta insistencia llamaba. Al abrir la puerta vio a un pequeño niño quien estaba solo y descalzo; esto llamó mucho su atención pues no había ningún adulto acompañándolo. Con mucha timidez el niño la saludó y le pidió que por favor cantara para él, que cada tarde él la escuchaba en el parque y le recordaba a su familia que ya no estaba físicamente con él, solo en esos momentos él sentía alegría y ganas de seguir viviendo. María al ver a esta linda criatura se conmovió y lo invitó a pasar a su casa.

Los padres y hermanas de María le preguntaron quién era la visita y María les explicó que Agustín era un niño que recién había perdido en un accidente a su familia, no tenía hogar, vivía de la caridad de la gente noble del pueblo, quienes se turnaban para alimentarlo hasta que alguna familia lo acogiera como suyo y legalizara la adopción. Los padres de María hablaron con la autoridad del pueblo y decidieron adoptarlo, darle techo, alimento, vestido, pero lo más importante amor y calor de familia. Desde ese momento Agustín ya no se sentiría solo en el mundo y tendría una familia que le regalaría hermosos momentos y estaría allí para él, para sostenerlo en sus momentos de tristeza, para alentarlo y para impulsarlo a seguir adelante, alcanzar sus metas y ser un hombre de bien.

Ser de buen corazón te llena de satisfacción al ver felicidad en los rostros de tus semejantes. Haz bien y tu recompensa será mayor que tus acciones.

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