Mientras escribía para el periódico, llegó la noticia de que el gobierno encarcelaría a todo aquel periodista que denunciara sus atropellos:

_Son unos descarados. ¡Eso es para que nadie sepa los delitos que han cometido!

Elvira quería renunciar, pero necesitaba el dinero y también quería irse del país, pero tenía unos niños pequeños, así que asumió los consejos de un amigo:

_Escribe para ti, para desahogarte y guarda tus escritos en un lugar seguro. En algún momento podrás sacarlos a la luz pública.

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Y así hizo: para el periódico hacía crónicas sociales, pero cuando llegaba a su casa, las manos le temblaban de la rabia cuando escribía:

_El mundo se tiene que enterar de las monstruosidades de este gobierno, decía Elvira y escribía y escribía.

_Solo así, el pueblo no perderá la memoria -pensaba con rabia, pero también con esperanza.

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Pero un día, mientras escribía, tocaron la puerta:

_¿Quién es? -era muy tarde en la noche.

_Somos el gobierno -dijo uno- Tenemos orden de revisar la casa -gritó otro.

Elvira sabía de qué era capaz el gobierno: ella había escrito de todas las maldades que había hecho, así que sin perder el tiempo, comenzó a romper todas las hojas que había escrito y a tragarlas, sin masticar.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS