Lola hablaba con Maela sobre la educación de su hija adolescente:

_No sé que voy a hacer con Daniela, amiga. A cada rato me está pidiendo permiso para ir a fiestas. Me dice que si no confío en ella, que la lleve y la pase buscando, pero no confío en las cosas que pueden hacer durante. Tú sabes que los jóvenes inventan mucho y ahorita no es como antes.

_Pero no le des permiso. Dile que está castigada y que no salga de su cuarto -expresó Maela con mucha experiencia. Alejandra es una adolescente que no sale de su cuarto y que pasa todas las horas metida en su celular o en la computadora. Esa niña no me da problemas.

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Ciertamente, Alejandra, la hija adolescente de Maela era una chica que iba de la escuela a la casa y viceversa. Solo tenía amigos a través de las redes y con ellos pasaba horas hablando:

_¿Con quién hablas a estas horas? -preguntaba Maela a su hija, cuando entraba al cuarto de la chica en la madrugada y la encontraba despierta y riendo con la pantalla.

_Con un amigo, ma -decía Alejandra y cerraba la computadora o escondía el celular.

_Es tarde. Ve a dormir. Mañana tienes colegio. -decía Maela con los ojos casi cerrados.

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Por eso, cuando Maela supo que su hija tenía meses que no iba al colegio, le dio casi un infarto y cuando quiso hablar con su hija, solo encontró una nota donde anunciaba que se había escapado. Su corazón se paralizó porque no sabía dónde buscar ni a quién preguntarle:

_¡Mi hija no sale de casa, oficial. Mi hija permanece todo el día en el cuarto. Yo la protejo como si fuera un diamante -dijo Maela llorando!

_La sobreprotegía del entorno, pero estaba desprotegida en esto -dijo el oficial enseñando unas conversaciones extrañas que mantenía Alejandra con desconocidos.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS