A esa hora, Raúl era el único médico que quedaba en el piso. Sus compañeros, generalmente, se iban temprano y solo se quedaban hasta tarde si había alguna emergencia. También quedaban las enfermeras de guardia, dos o tres, que se metían en su cubículo y solo salían de allí cuando debían suministrar tratamiento o si algún paciente requería de ellas.

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Cuando iba rumbo al ascensor, un hombre le salió al paso. Venía tan distraído que casi tropieza con el hombre que estaba frente a él. Por su vestimenta, Raúl intuía que era un paciente, por lo cual le preguntó:

_¿Qué haces a esta hora por los pasillos? -Raúl miró de frente al hombre.

_Doctor, creo que estoy loco -respondió el hombre con los ojos muy abiertos y mirando de un lado a otro.

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Al escuchar esto, Raúl no pudo dejar de sorprenderse:

_¿Por qué usted cree eso? -preguntó con mucha curiosidad.

_Porque la gente dice que no existo, pero aquí estoy hablando con usted -dijo el hombre con una sonrisa tonta.

_Ah, caramba. Yo le doy la certeza de que existe porque le aseguro que lo estoy viendo en este instante -respondió Raúl.

_Entonces entre los dos hay coincidencias: si usted me ve y yo lo veo es porque los dos existimos o los dos estamos locos -dijo el hombre riendo y como una sombra en la noche, desapareció.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS