La madre estaba angustiada en la sala de espera, estar lejos de su pequeño niño le generaba intranquilidad y pena. Su niño enfermo está bajo el cuidado de algunas enfermeras, pero la madre reza y llora afuera. Su pelo despeinado, su rostro sin maquillar y su ropa vieja, también los temblores en las manos y en los labios y las profundas ojeras, son pruebas evidentes de su gran dilema.

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El niño tiene fiebre y le duelen las piernas y al llegar al hospital, lo llevan a emergencia.
_No puede pasar -le dicen en la puerta y la madre, como loca, pide clemencia:
_Por favor, déjeme pasar, es mi niño, mi bebé, -dice llorando intentando imponer su presencia.
_Todo va a estar bien, está en buenas manos, -dice una de las enfermeras- confíe y ore, para que pase pronto la tormenta.

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Y la madre confía y también reza, y el niño mejora y ella a verlo entra:

_Mi niño hermoso, aquí está tu madre cerca. Abre los ojitos y despierta. Quiero verte reír, saltar y alzar los cometas.

Entonces el niño abre los ojitos y se ríe sin mucha fuerza:

_¿Me vas a comprar un regalo y me vas a llevar a la feria? -pregunta el niño con mucha delicadeza

_Claro que sí -dijo la madre en forma risueña- te voy a dar lo que tú quieras, promete la madre apartando la tristeza al ver que su niño se ha recuperado de las dolencias. Y la madre le dice te amo, te quiero y otras palabras bellas porque sabe que las palabras curan y sanan las tristezas.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS