La primera vez que lo vi, yo había tenido que ir a su casa a buscar un aparato para exprimir frutas y verduras o por lo menos eso fue lo que me dijo mamá:

_Ve a casa del vecino y pídele el aparato que me iba a prestar ayer, el de exprimir frutas -y yo fui hasta su casa. La puerta estaba abierta por lo que pude entrar y verlo con la cabeza hacia abajo y los pies hacia arriba. Después supe que lo que hacía se llama yoga.

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Verlo hacer aquellas poses se convirtió en mi pasatiempo favorito. Con los brazos en el piso levantaba todo su cuerpo como si fuera un gran árbol. Así permanecía un largo rato y luego caía lentamente sobre una toalla que estaba a sus pies. Mamá también lo admiraba desde la ventana y tomó la costumbre de hacernos jugos verdes que debíamos consumir en ayuna. También le decía a papá que hiciera como el vecino que era tan saludable y esbelto. Papá, en cambio, tenía una panza y era hasta lento para caminar.

_¡Aprende del vecino: es tan saludable! -decía mamá suspirando saboreando su jugo de pepino.

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Pero un día regresamos del colegio y encontramos que muchos policía y personas rodeaban la casa del vecino. Luego de llevarme a nuestra casa, mi madre volvió a salir para ver qué sucedía. Al regreso, mi madre estaba sorprendida y desconsolada. El vecino había muerto luego de pasar toda la noche rumbeando en una discoteca. Mi padre sonreía y con descaro le preguntaba a mi madre:

_Entonces ¿aprendo del vecino?

Después de eso más nunca tomamos aquellos jugos verdes, aunque el aparato exprimidor siguió en la casa.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS