Desde hacía días lo veía callado y ensimismado. Y aunque varias veces le preguntó qué ocurría, todas las veces solo escuchó una sola respuesta: "Nada". Sin ganas de hacer un dilema en donde tal vez, efectivamente, nada ocurría, prefirió no tocar más el tema y permanecer como él: callada. Sin embargo, el silencio era una bomba que en cualquier momento podría estallar. Solo había que darle tiempo.

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Y así fue. Una tarde, luego de regresar del trabajo, él fue hasta la casa de ella y mientras estaban sentados en la sala, dijo:

_Debo irme a vivir a otra parte. Es por trabajo. -ella entendió que aquello era la causa de su cambio. Seguramente era muy difícil para él decirle aquello. Trató de ser comprensiva:

_Amor, ¿por eso estabas callado y extraño? No te preocupes, ya verás cómo buscaremos la forma de encontrarnos, de llamarnos. Tal vez yo pueda ir o tú puedas venir cada fin de semana.

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El hombre se sintió incómodo. Luego agregó:

_Es a otro país. Tendré un cargo más importante si acepto el traslado.

_¿Me imagino que no aceptaste? -preguntó la muchacha sorprendida. El hombre hizo un gesto negativo con la cabeza- ¿Pero nuestra relación? -volvió a preguntar ella y solo obtuvo un largo silencio, contundente, claro y definitivo. Sin decir una palabra, él había dejado claro cuáles eran sus prioridades.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS