Llovía fuerte. Toda la noche y todo el día había llovido de manera torrencial y seguido. La familia había encontrado un lugar donde guarecerse y permanecía unida. Les habían dicho que el viaje duraba tres días, pero llevaban cinco y nada que llegaban a su destino. La poca comida que llevaban habían tenido que distribuirla en pequeñas dosis para que alcanzara y los padres, en ocasiones, habían tenido que dejar de comer para alimentar a los hijos.

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Cuando decidieron salir del país buscando una mejor vida, fueron advertidos: la vida allá afuera no es fácil, les habían dicho. Sin embargo, la esperanza de un mejor porvenir, de un mejor futuro para sus niños, había sido suficiente motivo. No era fácil, qué sueño alcanzado lo había sido, sin embargo seguían adelante con ganas y con brío.

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Cuando dejó de llover, siguieron su camino. Abrazados y hasta algo sonreídos, los padres suspiraban imaginando un mejor destino. Imaginar que el tiempo era aliado y Dios un gran amigo, les dio la certeza de que a partir de ese momento todo sería distinto.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS