SOBRE LOS INTERESES DE NUESTROS ESTUDIANTES

En publicaciones pasadas hacía una reflexión acerca de la importancia que tienen los saberes culturales. Luego, sobre la experiencia educativa en el contexto de la cuarentena impuesta a raíz de la pandemia ocasionada por el CODIV-19.

En esta ocasión, deseo retomar algunas ideas que pude anotar a partir de la carta de renuncia del profesor Camilo Jiménez, de la Universidad Javeriana de Colombia. En su carta, Jiménez expuso que la razón de su renuncia obedece a la manifiesta incapacidad de sus estudiantes para realizar un resumen de un párrafo. Acá la pueden leer.

En mi opinión, las consideraciones que manifiesta en su escrito, siguen siendo tan comunes a nuestro contexto hoy en día que me parece conveniente repasar algunos puntos tocados por Jiménez que nos permiten reflexionar acerca de nuestra realidad educativa.

Pixabay -JESHOOTS-com

SOBRE LOS INTERESES DE NUESTROS ESTUDIANTES

En principio, los estudiantes de Jiménez no solo fueron incapaces de hacer el resumen de un párrafo, también fueron incapaces de atender los aspectos más elementales de la escritura (ortografía y sintaxis) y de cumplir con las mínimas normas de cortesía que debe tener un escritor con su lector, como claridad, economía y pertinencia.

Y algo más señala Jiménez en la actitud de sus estudiantes: “absoluta ausencia de curiosidad y de crítica”, dos aspectos determinantes en quien desea aprender algo y, se supone, cualidades naturales de los jóvenes. Por el contrario, sus estudiantes más bien se caracterizaban por “más apatía y menos curiosidad”. Sostiene el profesor que la atención de sus estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante, pues ahora interesa mucho más el estado del Facebook, el mensaje en el Blackberry, entre otras cosas. Quizá, supone Jiménez, la curiosidad comenzó a desaparecer de los estudiantes cuando “el doctor Google” empezó a contestarlo todo.

Algo sucede en la educación básica, inquiere el profesor Jiménez, algo pasa en las casas de quienes ahora tienen veinte años o menos, “nativos digitales” los llama, pues cada vez más estos jóvenes pierden “la capacidad de concentración, de introspección y de silencio”. Su manera de leer, reducida a la necesidad de descifrar gráficos en internet, es hiperactiva, de una página web a otra, de una ventana a otra, del chat a un video en Youtube; entonces la actividad de leer, en palabras de Jiménez, se ha convertido en “salir al mar de internet a pescar fragmentos, citas y vínculos”, y por tanto, lo que refleja su escritura son “frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores”.

Con este modo de leer y de escribir también se pierden otras habilidades, mucho más valiosas en la interacción y relaciones sociales y ciudadanas, como escuchar con atención, elaborar razones y argumentos sostenibles, y ser capaz de oírse a sí mismo y al otro en una conversación.

giovannacco-Pixabay

Como lo han demostrado diversos estudios sobre el tema, la escritura, al servir de mediadora en los procesos psicológicos, activa y posibilita el desarrollo de otras funciones como percepción, atención, memoria y pensamiento; lo que significa que si relegamos la actividad de leer y de escribir a un segundo plano, como ocurre en nuestro sistema educativo en todas sus etapas, estaremos incidiendo negativamente en la formación de nuestros estudiantes; de allí su falta de curiosidad e interés por lo que sucede a su alrededor, su proclividad a consumir con facilidad el bombardeo de mensajes publicitarios, retóricas políticas, discursos ideológicos de todo tipo, mensajes audiovisuales a los que son sometidos diariamente sin la formación suficiente para discernir, enfrentarlos y digerirlos de acuerdo a sus intereses.

De allí también que su atención haya pasado de lo importante a lo menos interesante, y a enfocarse solo en lo que sea más fácil, en la actividad que implique el menor esfuerzo mental posible, desconociendo todos los riesgos que ello supone.

Es por estas razones que Camilo Jiménez había renunciado a su cátedra, por no entender los nuevos intereses de los jóvenes y por no encontrar la manera de enseñarles a diferenciar lo esencial de lo banal, actividad harto difícil en nuestros contextos.

Pareciera que las distintas generaciones comienzan a diferenciarse de modo abismal y que los docentes debemos entonces descubrir adónde miran nuestros estudiantes para tratar de encontrar los puentes que nos unen y, de este modo, atraerlos nuevamente al maravilloso ejercicio de pensar.

GRACIAS POR SU LECTURA

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Saludos, @morey-lezama. Me parece que tu reflexión apunta a lo esencial: la formación básica en relación a las características comunicacionales del mundo en el que todos habitamos, no solo los jóvenes. Si los educadores no entienden este mundo, poco podrán hacer para ayudar a sus alumnos a orientarse en esta selva de mensajes confusos, mezcla de realidad, habladurías, bulos, superficialidad y verdadera sabiduría y conocimiento. Por supuesto, esto no exime a los alumnos de la responsabilidad individual de formarse.
Un placer leerte.
aludos.

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