Yo, tendría unos 25 años cuando lo vi por primera vez, y semanas después decidí saludarle casualmente. Su voz era pausada y no se molestó en saciar mi curiosidad sobre su costumbre un poco solitaria, aunque debió haber sido porque le confesé que también me gustaba la soledad.

-Yo la verdad sí me siento un poco solo. Pero estar aquí me alegra el alma, siempre me ilumina los ojos venir a contemplar lo verde que siguen siendo esos montes a pesar de haber pasado tanto tiempo.

-¿Tanto tiempo?- Le pregunté yo.

-Sí, es que toda mi vida viví aquí y ver a la distancia, oler la vegetación y todo lo demás, me hace recordar mucho a mi esposa, la extraño mucho.

-Oh, lo siento mucho. No debí preguntar.

-Ah, no es problema, sólo ha ido de viaje a visitar a su familia mientras yo me quedaba un rato por aquí. Pensé en acompañarla pero realmente me dan mucho miedo las embarcaciones y también un poco las interacciones sociales. A mí me gusta ver el monte y relajarme.

-Oh ya entiendo. Espero pronto pueda verla.

-Muchas gracias. Sí, ya debe estar por volver. Yo feliz de esperarla.

Al día siguiente pasé por allí mientras recogía un recado y no lo vi. Ni el día siguiente ni la semana siguiente. Un par de veces pregunté a mis amigos si habían visto alguien similar en esa zona y no hubo respuesta positiva. Todavía me pregunto qué fue del señor y espero que su esposa haya vuelto.