Hace días me di cuenta de que recibía visitas. No estoy molesta ni preocupada, si no que me divierte lo que ocurre. El gatito de mi vecino sale del apartamento por la ventana abierta y camina peligrosamente por el borde del balcón hasta llegar a mi espacio.

Lo recibo con bombos y platillos. le doy leche, atún y juego con él. Hasta el momento ya lo he rebautizado y ya tiene como veinte sobrenombres a partir del que le puse.

Duerme en el sofá, lo araña y, lamentablemente lo riega un poco con su orina. La última vez que mi mamá me visitó se quejó del hedor a orina de gato. Ella ignora de la existencia del michi del vecino. Desde entonces, me empeño en limpiar bien lo que hace para que no me vuelta a hacer preguntas.

Los rumores y chismes del edificio dicen que mi vecino se quiere mudar. La idea de perder al gato me entristece. Prestaré atención para verificar si esos rumores son ciertos. Si son verdaderos entonces le pediré que me lo deje.

¡Deséenme suerte!