Arte y escritura/ Semana 15/ "La incómoda orilla"

La incómoda orilla


Allí estaba el mar de nuevo y de repente se dio cuenta de que su caballo exhalaba la misma desazón que ella sentía. Analís, gritó su padre, la carrera comenzará en media hora, no vayas a montar al animal ahorita, déjalo descansar y prepárate que tú vas a volver a ganar, ya eso es seguro. Así fue, la última vez, galopando en su corcel, “Cenizo,” apenas dieron la orden de partida arrancaron como una fugaz exhalación que solo se detuvo unos momentos después de llegar a la meta. Los demás competidores se quedaron tan rezagados que terminaron la contienda sin enterarse de que ya habían perdido.

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Jinetes en la playa

Ella le entregó las riendas a su emocionado progenitor y se olvidó de la celebración, no sintió las innumerables palmadas en la espalda, ni los gritos petulantes de sus hermanos, mientras la levantaban en hombros, ni se enteró de cuánto dinero había llegado a las manos de sus familiares cuando los apostadores sin suerte tuvieron que cancelar sus deudas… Había sido sumamente agradable correr por la orilla de la playa, era siempre increíble sentir esa sensación de libertad sobre un potro que descifraba sus pensamientos para convertirse en una entidad invencible, pero ahora tenía de frente el mar y nada de eso parecía importarle porque la fascinación de esa enigmática vastedad azul la tenía hipnotizada.

Ahora debía volver a ganar, así lo decía la perorata fanfarrona de su padre que no se detenía ni un instante, mientras tuviera a su lado a alguien que lo escuchara. Nadie la puede vencer, aseguraba, esa hija mía nació para vivir jineteando un caballo; Analís posee el don de comprender a esos animales con solo una mirada; en cuanto se trepa en el lomo de uno de ellos sabe cómo tratarlo y adónde debe llevarlo para que se sienta cómodo; nadie como ella para descifrar cuál es el potro que corre de verdad. Ya van a ver que apenas le mirarán el celaje y en un dos por tres les ganará a todos.

Faltaban dos minutos para comenzar la carrera cuando “Cenizo” se alejó a galope tendido y Analís se quedó ensimismada mirando el mar. Sus hermanos salieron corriendo detrás del caballo, pero sabían que jamás lo alcanzarían; su padre, con las manos en la cabeza y el rostro consternado caminaba desaforado de un lado para otro, su corcel ganador se había ido. No hay nada que hacer, papá, le dijo ella, “Cenizo” comprende que ni él ni yo nacimos para quedarnos en la orilla, sabe que yo anhelo explorar los misterios de ese azul inmenso y que un caballo no puede acompañarme en esa intransigente misión.



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Invito a la amiga @lanegra2804. Para todos quienes quieran participar, por aquí les dejo la información.



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Muchas gracias por su apoyo. Saludos.

Es un texto impecable que aborda un tema profundo como es la libertad de los animales y de los humanos. A veces nos sentimos atados a asumir compromisos de otros, y esto nos llena de desdicha. Analí deseaba entregarse al mar, así como su caballo "Cenizo" quería galopar por el mundo sin competir con los otros de su especie. Eso los hacía a ambos diferentes; y ser "diferentes" no siempre está bien visto por los demás.

Gracias por estar. Un abrazo.

¡Qué bien! Menos mal que existes tú para que expandas los significados del texto hacia esos horizontes que solo quedan sugeridos dentro de sus palabras, para explicar lo que está allí, pero no se dijo... Excelente labor, amiga. Gracias por tu dedicación. Saludos...

Gracias a ti, amigo. Recuerda que solo se hacen comentarios valiosos cuando los textos nos invitan a ello; y tus publicaciones son exquisitas.

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