Cada vez que sembramos nos detenemos a soñar, aunque sea brevemente, en ese momento no percibimos que hay muchas formas de siembra y que es prácticamente inconsciente el hacerlo, es por ello que con cada acto hay una plantación, en personas, en lugares y hasta en objetos inanimados. Esparcimos palabras, puede que dulces puede que amargas, difundimos actos puede que suaves puede que duros, derramamos gestos puede que amables puede que hostiles...

Imagen tomada de la publicación de @solperez

Cargamos con nosotros un azadón dispuesto siempre a la siembra, pero nuestra mente está en la cosecha, adelantamos el tiempo con la rapidez del viento, sin contar que las semillas germinan con la lentitud del suelo, dependiendo de la tierra donde cosechemos, puede que fértil puede que áspera, puede que estéril puede que prolífica…

Seamos sembradores cotidianos, de los que siembran para primavera o para invierno, de esos que reparten con pasión de las cosechas anteriores, los que están seguro que si plantan flores las recogerán, puede que blancas puede que rojas, puede con aroma puede que solas, puede que muchas puede que pocas...

Quien siembre con amor y una mano, necesitará dos para recoger lo plantado, puede que con valor puede que con miedo, puede que apasionado puede que asombrado…lo que siempre será es que recogerá agradecido y por ello mirará al cielo para contarlo.