No renuncies a tu sueño de éxito y lo tendrás

Siempre recuerdo a mis amigos de infancia, muchos de ellos soñaron con ser médicos, ingenieros, arquitectos, mecánicos, educadores y empresarios. Sin embargo, cuando algunos entraron en sus carreras universitarias, tuvieron que abandonar sus sueños por diversas razones, entre ellas el aspecto económico.

En lo personal, me encontraba en mucha desventaja con ellos, porque sencillamente, mi condición económica era más deficiente, que la de mis amigos.

Lo cierto de todo, es que abandonaron su sueño y se quedaron como soñadores que no hicieron lo necesario para ver sus sueños una realidad.

Soñé en grande lo que quería ser en mi vida. “Soñé ser un profesional de la educación”. Ciertamente soñé mi sueño grande de ser exitoso y me veía como un educador enseñando a multitudes principios y valores.

Mi sueño se llenó de muchos desafíos y de muchas necesidades. Reconozco, que había momentos de grandes desánimo, sin embargo, mi sueño me impulsaba a superar las dificultades y a poner mi confianza en Dios.

Todo se complicó, cuando mi padre enfermó de una “cirrosis hepática” y dejó de trabajar y de ser el sustento del hogar. Mis hermanos renunciaron a los estudios para dedicarse a trabajar y yo, particularmente, decidí continuar mi carrera universitaria y no abandonar mi sueño de vida, de ser un “educador”.

Adversidades, problemas, dificultades, obstáculos y otros factores negativos, abundaron en mis cinco años de carrera universitaria. Sin embargo, el día en que recibí mi título, muchos de mis amigos quedaron sorprendidos, por el éxito alcanzado.

Mi padre era un siervo de Dios y nos había enseñado los principios y valores cristianos. Me enseñó a perseverar en medio de los tiempos difíciles y a confiar en Dios como el único que puede dar la victoria a quienes les aman y sirven.

Cuando buscamos a Dios de corazón, los problemas gigantes se hacen tan pequeño que el Señor nos da la protección y confianza de ser vencedores.

Mi refugio estuvo siempre en la palabra de Dios. En el Señor nos enseña, “Y todo lo que haces prosperará” (Salmo 1). Esta palabra me impulsaba a seguir y no abandonar el camino del éxito y de conquistar mi gran sueño de ser educador.

Lo que un siervo de Dios emprenda, Dios lo respalda con el éxito. En todas las áreas de nuestras vidas, el Señor promete que seremos triunfadores. Esto implica su prosperidad personal, que incluye: un hogar bello, vacaciones, viajes, cosas nuevas, seguridad económica, dar a sus hijos las máximas ventajas. De igual manera, el éxito lo llevará a ganarse la admiración de su entorno, lograr un buen liderazgo, ser visto con respeto en la vida social y de negocios. De la misma forma, el Señor, lo llevará al nivel más alto del éxito espiritual, en el cual gozará de gran salvación y de excelente relación con Dios y con las personas que le rodean.

Si no renuncias a tu sueño de lograr tus metas de vida, serás como aquellos que desarrollan su fe en Dios para mover a una montaña de un lugar a otro. Este tipo de persona, encontrará que los obstáculos de la vida son necesarios para fortalecer su relación con Dios y alcanzar los logros más importantes en la realización de su sueño.

Finalmente, querido lector, debemos entender, que la realización del éxito es la meta de la vida.

Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará. Salmo 1:2-3