¿Quién te invita a su casa? || Musa de Botero || 2 ||

in #freewrite6 years ago

Musa de Botero

Vivía alquilada en un pequeño apartamento amoblado de dos habitaciones, en un complejo habitacional de dos torres de ocho apartamentos por treinta y dos pisos cada uno.

El ir y venir de personas era constante, sin embargo, no se asemejaba a un mercado municipal como se pudiera pensar, al contrario, asombraba el silencio sepulcral e inexplicable de sus torres. A pesar de cumplir recientemente tres años viviendo en el edificio, apenas podía reconocer la cara de dos o tres vecinos; aunque tampoco estaba segura que lo fueran, probablemente eran visitantes asiduos y casualmente coincidían en el ascensor.

En realidad, le era indiferente conocer con quién compartía piso, ni quién habitaba el apartamento contiguo al suyo. Salía muy temprano a su trabajo y regresaba casi siempre pasadas las diez de la noche, así que no le quedaba mucho tiempo para socializar.

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Por lo general bajaba por las escaleras. Le impacientaba perder tiempo esperando el ascensor que invariablemente se abría cargado a su máxima capacidad. Así que descendía ocho pisos sin refunfuñar. Subir era otro asunto, no le importaba hacer la cola para entrar al ascensor, se enfilaba cual becerro obediente antes que optar por las escaleras y llegar próxima al desmayo a su alquilado hogar. Pero eso era en horas picos, el resto del día el edificio parecía inhabitado.

Que no le importara quiénes fueran sus vecinos, no significaba de ningún modo que era asocial. Nunca olvidaba la cortesía del saludo al entrar o salir del ascensor. Tanto, que algunas veces instintivamente saludaba al entrar o se despedía al salir, sin llevar el ascensor persona alguna.

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A pesar de no poseer las condiciones físicas para participar en un concurso de belleza, puesto que le faltaban veinticinco centímetros de estatura y le sobraban diez kilos en peso, no pasaba desapercibida. Era bonita, de profundos ojos negros que contrastaban con el perlado de su piel. El tinte le ayudaba a mantener una cabellera negra que rozaba sus hombros.

Tenía espejo en su casa y, le gustaba lo que miraba. Los diez kilos que la descalificaría de cualquier certamen de beldad, se hallaban distribuidos en perfecta armonía sobre su pequeña figura. Una típica suramericana. Una musa de Botero convenientemente moldeada como una estampa de Playboy para delirio de algunos. Una mezcla desconcertante de santa Ave María y serpiente del paraíso que exacerbaba la curiosidad del sexo opuesto y no opuesto.

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Con apariencia de treinta, aunque ya sumaba treinta y ocho cumpleaños, podía conversar de cualquier tema. Había memorizado los nombres de casi todos los jugadores de beisbol estrellas y las promesas. En boxeo sufría por Oscar de la Hoya, con cada trompada que recibía. En política, se pasaba de un bando a otro, siempre dependiendo de qué lado estaba su interlocutor. Se desenvolvía con soltura en finanzas, religión o geografía.

Cocinaba como para los dioses y resolvía en la cama cual actriz porno. Con una carrera universitaria, un empleo estable, económicamente independiente. Sin rollos existenciales ni prejuicios irracionales. Si se le escudriñaba un poco más, una mujer con una amplia insolvencia moral.

Estaba entrenada para cazar. Ella no era la presa.

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Fuente
https://pixabay.com/

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Excelente post amigo, sigue escribiendo, recibe mi humilde voto y el de unos cuates.

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