Mi participación:

— ¿Por qué me has traído aquí? —preguntó Julián, enojado.

Katherine lo golpeó en la cabeza con el estuche de las raquetas. Julián se llevó las manos a la cabeza, pronunciando un sonoro “Auch”.

— ¿Para qué más? —respondió ella y se hizo a un lado, para que él pudiera ver al frente. Muchachos jóvenes estaban haciendo los ejercicios físicos que el entrenador les pedía, preparándose fuertemente para mejorar como jugadores de tenis.

—Olvídalo, no tiene caso —dijo Julián minutos después, resignado y con los ojos llenos de tristeza.

—Eres tú el que no podrá olvidarlo.

Con lágrimas en los ojos, Julián volvió sobre sus pasos y abrazó a Katherine, mientras suavemente, le quitó el estuche que tenía en las manos y fue a cambiarse de ropa.

—Gracias, hermana —susurró.

Katherine se sentó en un banco y observó a su hermano las próximas horas. Julián tenía el cabello cubierto de sudor y las mejillas coloradas, la respiración acelerada y esa mirada que se había quedado grabada en su hermana la primera vez que lo vio coger una raqueta y jugar. Esa mirada que la había convencido de apoyarlo incondicionalmente, aun cuando sus padres no estaban de acuerdo en que Julián se tomara el deporte en serio.