Concurso de cuentos #fotocuento - Semana 10: Crepuscular.

         Para esta oportunidad les presento un pequeño relato para participar en el concurso de #fotocuento organizado por @rahesi. Les recomiendo que pase por el post del concurso:  FOTOCUENTO | Concurso de cuentos #fotocuento: Ganadores - Semana 9 y Presentación - Semana 10

          Esta es mi primera participación en esta actividad, espero que la disfruten. Nos leemos en los comentarios.

         Era poco menos de las 6:00 pm. Recuerdo que la tarde era pesada, no como la de ahora. El carro se había averiado, por eso nos tocaba tomar el autobús o andar a pies. Mamá siempre tan valiente, aunque a veces refunfuñaba del calor infernal de este pueblo que se hacía eternos al llegar para llegar antes del medio día a la casa y poder hacer el almuerzo. Mi hermano siempre disfrutó de pasear por este puerto, sobre todo cuando estaba triste o se sentía muy solo. No veníamos muy seguido desde que nos quedamos sin carro, porque cuando veníamos era para ver el inmenso crepúsculo de este pequeño cielo que te cruje lo huesos, te roba el aliento y te eleva por momentos.

          Fue un día difícil aquel: se discutió en la casa (ya no recuerdo el por qué, de seguro por algo inútil), nuestra abuela se había caído en el baño (una mujer que está por cumplir los noventa años), a mí no me había ido bien en la universidad (salí mal en una materia), él llegó contando que sus compañeros se burlaban de él en la escuela (pero nadie le hizo caso), mi hermana era muy inocente (se la pasaba metida en su cuarto, aun lo hace). Era un caos. Era tal nuestra distracción que no nos dimos cuenta de que ya no estaba en la casa cuando llegaba la noche. Y sabíamos que era de noche, porque las luces de los postes de la calle ya no alumbraban, y nadie venía a repararlos.

         Lo perdimos, teniéndolo frente a nosotros, lo perdimos. Lo llamamos al celular, claro. Sí lo hicimos, pero como quería estar solo, que era lo obvio, no se lo llevó. También llamamos casa de sus amigos, pero el solo tenía un amigo, Jesús. No Dios o Jesucristo, su amigo se llamaba Jesús. Pero tampoco estaba allí. Fue a mi papá, al final, casi a las ocho o nueve de la noche, cuando se le prendió el foco: “sin carro, ¿cómo vamos hasta allá?” Dije yo como el propio tonto. Ahora, vengo casi todos los días a esta hora, un poco menos de las 6:00 pm, esperando ver un barco o un velero zarpar, para pedirle a Jesús, a Dios no su amigo, que él haya izado las velas y esté en algún lugar. O que aparezca y ver el crepúsculo con él.