Era una mirada larga, casi interminable, lo más lejano que uno podía imaginar; allááááááááá, muy lejos estaba sexto grado. Yo contaba con los dedos 1°,2°, 3°…y 6°, y después me iría a bachillerato, podría ir sola a clase, me dejarían maquillar, y hasta es posible que con suerte pudiera tener novio.

Pero había un pero, la maestra Lucrecia, la dueña de sexto grado. Se decía que era inflexible, severa, una especie xerófila dispuesta a amargarte la vida.

Una vez me topé con ella, cabalgaba yo mi paso por quinto grado; creo que mi mirada la detuvo, volteó y me miró con sus ojos de águila y luego continuó su vuelo rápido y firme. Esa noche tuve una pesadilla, ella estaba parada frente a mí, yo quería correr pero me sentía paralizada. Una fuerza magnética me arrastraba hacia ella, luego se fue transformando en bloques de piedra que fueron construyendo un túnel colonial; de su fauce oscura y tenebrosa me llamaba una voz ronca y penetrante.

Desperté llorando, sudorosa y asustada.

La directora nos llevó al salón de clase en nuestro primer día de sexto grado, todas derechitas y bien peinadas, esperando la entrada de la maestra Lucrecia.

Y entró, sus tacones hacían eco en las paredes, puso su maletín sobre el escritorio y nos envolvió en la atmósfera de su mirada.

La directora salió y nos dejó a solas con ella; comenzó a hablar, al principio me pareció escuchar la misma voz de mi pesadilla, pero luego, cuando habló del programa, de la importancia que tenía para ella la literatura, especialmente la poesía, su tono se fue transformando, su rostro y su mirada eran cielo en una noche sin luz.

Sí, era estricta, exigente, ambiciosa en sus ansias de maestra que quería encender la luz para que viéramos el color del horizonte, lejos estaba de ser todo lo punzante que se decía de ella.

Ahora que yo también soy maestra, que algunos me pueden ver con más espinas que hojas, espero que algún día entiendan que los túneles de piedra no son tan duros e insensibles como parecen, que las entradas oscuras y tenebrosas, a veces nos tienden una mano hacia un universo diferente, hacia un mundo posible de poesía y vocación.

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Gracias por su lectura. Hasta la próxima