Al otro lado, la ventana repleta de gotas muestra una bruma que oculta tímidamente a la ciudad. Me desplacé con cautela, hacia la parte donde la puerta al abrirse ocultaría mi cuerpo, sentí la necesidad de hacerlo. Cuando hice el intento la noche anterior salí de ese lugar vomitando. Ustedes pensarán que es sólo una obsesión, con certeza les digo que no lo es. Hoy, vuelvo a escuchar esos pasos, que por mi audaz percepción no dudo en decir que son los mismo de ayer. Ellos saben que los espero entre las paredes que me ocultan. Se presentan exactamente a la misma hora y el arrastre de aquellas sombras dan la sensación que uno de ellos tiene un defecto en una de sus extremidades. Muevo mis pupilas de un lado a otro a través de la abertura que une la puerta con el marco, ese espacio es insuficiente para buscar forma alguna. Mis oídos vibran por cada paso desvelando mis ojos. Una Noche me desprendí de la almohada al sentir su llegada, volteé al reloj y era la misma hora. Salte de la cama y corrí casi rodando por las escaleras pero al llegar a la puerta sólo conseguí escuchar esos pasos macilentos que se arrastraban con una misteriosa velocidad. En esa oportunidad, se alejaron perdiéndose con el sonido del reloj. Hoy nuevamente están allí, cada vez más cerca, desfilando como hormigas hambrientas alrededor de mi refugio. Se detienen al otro lado, sin sonido y peor aún, sin respirar, nada que los delate ante mis ojos. En un momento algo se apodera de la portezuela, permitiendo entrar la luz al mismo instante que se descubre la sala con cuatro muebles antiguos heredados de mis abuelos. Buscan algo y no lo dudo que es a mí. Con la piel erizada percibo nuevamente el rechinar del portar, en ese momento opte por retener el aire y enfrentar la realidad, la entrada de las sombras y su olor nauseabundo se hace presente al doblarse con el desnivel del piso, todo queda al descubierto. Llega el momento de la lucha, al profanar el recinto, el cual defenderé con la vida, saltaron sobre mí, en eso, brinco de la cama sudorosa. La habitación yacía oscura arropada por el tic tac que nuevamente marca las tres del siguiente día y la ventana aún con gotas de lluvias.