Una nueva semana, un nuevo post para el concurso de @rahesi. Esta vez he tomado un tema de pareja como fuente de inspiración, me costó un poco relacionar ambos temas, la lluvia y la perdida, pero al final estoy contento con el resultado. De nuevo doy gracias a la autora por el reconocimiento de la semana pasada y ojalá a los lectores les guste este.

Las noches bajo los relámpagos eran las más solitarias. Me había acostumbrado al sonido de las gotas impactando sobre la ventana. Un largo recorrido desde el cielo solo para perderse en el basto suelo. Cada día había una tormenta nueva, rara vez veía el sol y el agua se metía por todos lados.

La habitación se asemejaba a una cárcel sin barrotes. Mi esposa, mi querida esposa. Ella está aquí pero no está. Nos hablamos pero no nos entendemos. Vivimos juntos, dormimos juntos, pero nunca en mi vida me había sentido tan solitario. ¿Es la señal de que el matrimonio ha acabado? ¿Cómo puede ser posible pensar en el divorcio cuando todavía se ama?

Dos personas que se entendían perfectamente. Se amaban como nadie, querían comerse el mundo y se habían incrustado para siempre, hasta que la muerte los separe. Y sin embargo habían perdido el camino de regreso. Antes solía pensar que me encantaba la lluvia porque al final saldría el arcoíris, ahora me dan miedo los malos tiempos porque pronostican tormentas.

Extraño el sabor a ella y el olor de su piel. Extraño el calor de sus besos y el calmante de sus brazos. Extraño el llanto de sus problemas y la felicidad en su rostro. Extraño la impaciencia de su ausencia y la tranquilidad de su presencia. Extraño los buenos días y los malos días a su lado, a pesar de que ahora ahora solo existan malos días. ¿Cómo se puede extrañar a una persona que está justo al lado tuyo?

Antes me sentía solo y luego la encontré a ella. Me enamoré de ella, me acostumbré a ella y me anclé sobre ella. Ahora me siento solo teniéndola a ella, ¿cómo podría llamarse ese sentimiento donde lo tienes todo y a la vez nada?

Un día miré hacia el exterior y había un sol radiante. No había gotas de lluvia acopladas a la ventana y el cielo se encontraba despejado. Las aceras no estaban cubiertas de charco y las personas no cargaban paraguas. Fue entonces cuando me di cuenta que allá fuera nunca llovía, sino en lo más profundo de mi corazón.

Desde que nuestro matrimonio murió aquí dentro siempre llueve.