George estaba con la vista perdida frente la ventana de su oficina. Normalmente no se permitía ni un segundo para pensar en otra cosa que no fuera el trabajo, y mucho menos para desperdiciarlo mirando a la nada.

Cada minuto en su reloj era valioso, y su agenda era sagrada. Nunca faltaba a ningún compromiso y su esfuerzo en el trabajo le había generado el éxito que ahora tenía.

En esta tarde nublada tenía una reunión muy importante. Se había preparado muy bien para la susodicha, pero cuando salió de su oficina, no fue para dirigirse a la destinada a las reuniones.

Ya fuera del edificio, se quitó la corbata y el saco. Lanzó una exhalación y cerró los ojos para sentir la poca brisa que pasaba. No le importaba si alguien lo estaba viendo, más bien tenía ganas de gritar que se estaba quitando un gran peso de encima.

Entró en su auto y mandó un mensaje. Solo esperaba que sus recientes planes salieran bien. Quería otra oportunidad. Encendió el motor del carro y se fue del estacionamiento. A los treinta minutos ya había llegado a su destino.

Era un café apartado de la ciudad. En esas calles se respiraba tranquilidad, así que si querías relajarte, era la ideal. Eligió una mesa y esperó.

Pasaron las horas y pensó que su plan se había venido abajo hasta que la vio aparecer. Camila entró y buscó con la mirada preocupada a su esposo. Cuando lo miró al fin, suspiró aliviada, aunque el temor no desapareció de sus ojos.

George se levantó y la saludó con un beso en los labios, luego apartó la silla para que se sentara.

— ¿Qué… pasó? —preguntó confundida—. No entiendo.

Esta es mi entrada para el concurso de cuentos organizado por @rahesi. Si quieres participar, aquí está el post dónde encontrarás las bases del concurso: Fotocuento.