A las afueras de la iglesia, Ann sostiene el espejo, asustado y con las piernas temblándole de la emoción.

—Sos un estúpido, ¿lo sabes, pecoso?

Saltando desde el reloj, Riki cae al suelo, con dos espejos en mano.

—Hermano, ya te traje lo que querías… —dice Ann, acercándosele con la mirada baja.

—Claro, no era posible esperar menos de ti.

Tomando el espejo se conte¬mpla, y luego se guarda el otro en la correa.

—¿No es horrorosa esta catedral, Ann? —murmura Riki, avanzando a la pared—. La estructura clásica de ladrillo, tan usual en el periodo quince, fue arruinada por el turquesa de las esquinas.

—Ya, ¿y…?

Palpando la pared, Riki sonríe para luego escupir en la estructura.

—Es femenino, Ann. Yo he venido a limpiarlo, del único modo puro.

Tocando la pared con el espejo, una onda destructiva se expande en ráfagas, agrietando la edificación.

—¡Nooo! —grita Ann, mirando como el reloj de la edificación cae.

El choque le hace temblar el cuerpo, y huyendo de los destrozos, Ann queda pasmado en plena calle, aterrorizado por lo que ha causado su hermano.

—No… lo he hecho yo.

En ese instante se pregunta porque tuvo que confiar en él, por qué no le dio la espalda como todos los demás. Riki, el hombre que le había criado, el que trataba bien a las mujeres. Llorando, no puede sino creer que aquél hombre ya está muerto.

—Me he liberado, hermano. Ya no más mujer, ya no más femininidad. Esto es libertad.

—¡Eres un monstruo! —exclama—. ¡Te detendré!

—Hermano, aún no te he enseñado nada…

Tajante y serio, voltea para ver a su hermano menor llorando, con espejo en mano.

—¿Qué me vas a hacer con eso?

—¡Es un reparador!

—Yo ya estoy arreglado.

—Arreglarte… jamás.

El espejo toca los escombros de un ventanal redondo. Formándose una burbuja en el todo, la energía brota con un enorme destello de luz que fuerza a Ann a levantar a su brazo.

—¡Maldito!

Siendo absorbido por la fuerza de la ráfaga, Riki es expulsado mientras la edificación se va formando a su alrededor, ladrillo por ladrillo.

—¡NOOO!

Quedando consumido por la luz del espejo, Riki es levantado y cubierto por la estructura.

—Lo lamento, hermano —dice, levantando la vista, antes de caer al suelo.

Parpadeando, casi se puede imaginar a su hermano allí, formando parte de aquello que en vida tanto detestó.

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Con este cuento participo en la semana quince del concurso Fotocuento, creado por @rahesi, en su afán de ayudar a la comunidad. Para nás información, no duden en pasar por su perfil, en donde verán contenido de utilidad y más información referente al #Fotocuento.

¡Hasta la proxima!