Antes de comenzar con mi anécdota de viaje, debo agradecer la oportunidad y el apoyo del proyecto @entropia por haber permitido abrir este espacio para mostrar a mucha gente lo que en alguna oportunidad pudimos vivir y permanece en nuestros recuerdos.

Primero debo admitir que cuando comienzo a contar una anécdota a alguien y más cuando se trata de un viaje, espero siempre lograr una conexión con quien me escucha o me lee en este caso. Pero esto no es una tarea fácil; lo admito, pero quiero hacer el mejor intento posible, pues tampoco están leyendo a un experto en literatura, están leyendo las palabras de un mortal, que una vez en un primer día del mes de Enero de 2016 soñó llevar a su familia a Canadá de vacaciones navideñas.

Todo comenzó ese día cuando la mayoría de nosotros nos hacemos retos para cumplir en los próximos 364 días, unos a bajar de peso, otros hacer más dinero, yo decidí viajar. Pero como la mayoría de los venezolanos tenemos a un familiar en otro país, mis intenciones fueron buscar el número de teléfono de mi sobrino, exactamente donde decía “Reinaldo Canadá”, allí en ese espacio de la agenda telefónica donde los apellidos ya son países, como una especie de negación de que están allá, y por lo que nunca borramos el número de aquí de Venezuela. Palabras más, palabras menos, 5 minutos bastaron para hacerle saber que el próximo invierno estaría en su casa, casi como una imposición dentro de esa confianza de tantos años, pero siempre como le diría tal vez un hermano a otro, pero en ese momento era casi una especie de premonición.

Todo lo que uno desea en grande debe empezar como un sueño, y creo que ese sueño toma fuerza una vez que logras que sueñen despiertos a tu lado. Eso creo que sucedió a medida que el tiempo pasaba con mi esposa y mis dos hijas. No se si llamarle energía u otra cosa, lo cierto fue que todos estábamos allí viendo como los esfuerzos para viajar se materializaban cuando parecía en ocasiones algo imposible.

Así fue como estábamos ya en el día del comienzo de esta aventura, nunca habíamos salido del país, menos a uno de habla inglesa, y por si fuera poco en invierno. No menos interesante era creernos como haríamos para volar con 4 escalas y 13 horas de vuelo en total. Pero allí estábamos sin dudar que lo haríamos. Ver en el mapa a Fort Mc Murray en la provincia de Alberta era algo que no se veía tan lejos, pero créanme que por un momento sentí que viajaba al polo Norte.

El cansancio no podía hacer mella en nuestro ánimo y allí estábamos, en el cuarto aeropuerto que visitabamos en las ultimas 24 horas, era nuestro destino final, dispuestos a conocer lo que existía más allá de lo que durante años pensábamos que era el mundo.

Pero no en vano les he escrito tanto para quedarnos hasta aquí. De ese mes y 15 días de invierno que estuvimos allá y donde los días eran de apenas 8 horas de sol y las temperaturas siempre eran menores de -20 grados Celsius, puedo sacar algo que se convierte en mi anécdota para compartirles.

A 5 horas de nuestra ciudad de alojamiento, en un viaje en carro, nos adentramos en una ciudad particular en muchos aspectos llamada Calgary, con unos rascacielos de esos que ves en las películas, pero con unos contrastes muy interesantes en su vida habitual.

Pero les puedo contar que existe gente que puede viajar esas 5 horas, solo para comer en un restaurant, y como yo suelo ser algo incrédulo en ese aspecto, acepte que no estaba en mi país y me sometí a ser uno de ellos y ver cuál era su resultado, no sin antes esperar 2 horas al frente del establecimiento de comida para probar uno de los 40 platos de Ramen que sirven allí por día. Solo Ramen, nadie va allí a comer otra cosa, tanto es así que debimos anotarnos en una lista que parecía nunca acabar.

Pues quedarse quieto en medio del frío nunca es una opción y el tiempo cuando sales de viaje se hace corto, así que las fotografías empiezan a llover para dejar constancia que allí estuviste, algo como tu marca en lo inédito, y ademas porque siempre una foto te permite seguir en ese sitio mucho tiempo después.

El Ramen es un plato de origen Japones que con todas sus variedades básicamente consiste en fideos con un caldo de pescado y carne de cerdo cuya preparación lleva más de 16 horas continuas, esa es la razón por la cual elaboran pocos platos diarios.

Insolitamente cuando entras a nuestro ansiado restaurant llamado Shiky Menia, sientes que algo no esta bién, y si pensabas que te conseguirías con música japonesa, Kanjis (letras japonesas) o Geishas, pues no es así, aquí tenemos mesas de madera sencilla en no mas de 20 metros cuadrados, y con un vidrio que te deja ver los que están afuera esperando como una especie de recordatorio. Quienes te atienden y elaboran la comida son canadienses pero con el conocimiento debido en la elaboración Ramen.

Les puedo decir que un paladar poco educado como el mío, aún no olvida esa mezcla de sabores, y todas esas texturas que solo contarles me hacen agua la boca.

Ustedes se preguntaran: ¿Volverias a viajar 5 horas de camino y aguantar frío por repetir ese plato? Yo no dudaría en decir tajante y decididamente que sí.