El Pehuén del Traful

in #entropia6 years ago (edited)

Como he mencionado en alguna oportunidad, la mesa redonda ubicada en el patio de la casa de mi amiga Raine Golab en la Aldea Escolar, muy próxima del pueblo de Trevelin en Chubut, era lugar habitual de reunión entre amigos y visitantes que se llegaban hasta allí para saludar y conversar con la anfitriona y tantos otros maravillosos personajes que se eternizaban en la ronda de mate e historias increíbles.

Ya conté en alguna oportunidad sobre el duende de Bod Eglwur, es hora de relatar lo más fielmente posible, otra historia que escuché de boca de un amigo de la casa.

Alberto iba por primera vez a pescar a la Patagonia, antes de viajar había preparado cuidadosamente su itinerario y se había nutrido de consejos y comentarios útiles de amigos virtuales de la lista de correos “fogón mosquero” donde participaba desde hacía algunos meses.

José Luis “potro” López Reale era uno de esos pocos amigos virtuales que antes de conocerte ya te brindan todos sus conocimientos creados a partir de vivir tanto tiempo por la zona y recorrer y pescar hasta el cansancio. Precisamente él fue quien le escribió varias carillas con la descripción, consejos y trucos necesarios como para debutar correctamente en esa nueva actividad que nuestro amigo Alberto había abrazado con tanto entusiasmo y dedicación.

Alberto, junto a su joven hijo y un amigo de éste, llegó hasta el lago Traful siguiendo esas precisas indicaciones, encontró fácilmente el puente sobre el arroyo Cataratas, el pequeño estacionamiento y el mirador, dejó su vehículo y los tres bajaron por la pendiente manteniendo siempre el arroyo a su izquierda, tal como las detalladas instrucciones alertaban.

Pescaron toda la tarde y les fue tan bien que olvidaron la hora y perdieron la ubicación del arroyo, tan entusiasmados estaban por lo admirable del paisaje y la buena pescar. Solo el fresco que suele levantarse en la Patagonia aun en pleno verano los alertaron que la noche se aproximaba.


Araucaria o Pehuén

Recogieron sus equipos y comenzaron a buscar el arroyo, pero la oscuridad aparece rápido en las montañas y viendo que la luz se retiraba decidió comenzar el ascenso por donde se encontraba con miedo a que la noche los tomara aun en la playa. Cada tanto se escuchaba el ruido del motor de algún vehículo que transitaba por esos aislados parajes y lo alentaban a seguir trepando, pero pronto comprendió, al encontrar una infranqueable pared de cañas colihue, que el asunto no sería sencillo.

Tratando de rodear las cañas dio con una zona húmeda de mallín que lo hizo enterrarse en el barro hasta las rodillas, retrocedió e intentó por el lado contrario pero la vegetación era tan exuberante y cerrada que tampoco pudo continuar, el ruido de un nuevo vehículo que acertaba a pasar por allí le decía que estaba muy cerca aunque no podía distinguir las luces; a esta altura ya era noche cerrada y solo una pequeña linterna lo ayudaba a adivinar el camino.

En todo momento guardó las apariencias y trató de no mostrar desesperación con los jóvenes que solo aguardaban sus instrucciones. Tampoco el oído lo estaba ayudando, no se escuchaba el rumor del agua del arroyo y aunque sabía que se encontraba a su derecha, no se animaba a buscarlo por temor a no encontrarlo en esa oscuridad tan densa.

Finalmente decidió que sería menos peligroso hacer noche por allí para no arriesgar a tener un accidente en la oscuridad y se lo comunicó a los jóvenes que lo tomaron mucho mejor de lo que supuso, era para ellos una especie de aventura adicional.

El principal problema era el frío, agua había la que quisieran del lago y el hambre tampoco era para preocuparse, tenían algunas galletitas y después de todo una noche de ayuno no les vendría mal, más aún luego de las opíparas comidas que venían ingiriendo en los últimos días.

Pero el frío si le preocupaba, no habían llevado abrigos importantes, el calor de la tarde había sido fuerte y no pensaban regresar demasiado tarde.

Comenzó a dirigir el pequeño haz de luz de su linterna buscando algún reparo, una piedra grande, un arbusto frondoso. Tan angustiado estaba que comenzó a rezar pidiendo ayuda a Dios, de pronto observa algo similar a una entrada en una caverna, se acercó rápidamente y comprobó que era un hueco en un árbol enorme, siguió iluminando el tronco hacia arriba y vio unas ramas extrañas apuntando hacia el cielo, jamás había visto un árbol de esas características. Lo importante era que tenía lugar para los tres, estaba limpio y fundamentalmente los abrigaría de la intemperie.

Pasaron una noche sin sobresaltos, conversando, cantando y finalmente se entregaron al sueño. La mañana siguiente amaneció espléndida, no tuvieron inconvenientes en encontrar el arroyo y trepar la ladera siguiendo su curso, a las 9:00 estaban desayunando como tres refugiados en una de las simpáticas y bien provistas cafeterías de la pequeña y bucólica Villa Traful.

Unos años después, siendo Alberto ya un experimentado pescador y conocedor de la Patagonia volvió al lugar pero no encontró el magnífico árbol que los había cobijado, se lo comentó al dueño de la hostería donde estaba alojado extrañado de no haber dado con tan magnífico ejemplar. El señor que era nativo de la zona le pidió que le describiera al árbol y le aseguró que jamás existió allí tal cosa, que ese árbol se llamaba araucaria y que crecía muchos kilómetros al norte de donde ellos estaban. Sin embargo y como al pasar le habló sobre el mito del Pehuén errante, una antigua leyenda pehuenche donde un pequeño guerrero sale en busca de su padre que no había regresado de la temporada de caza y se acercaba el invierno, el niño al borde de desfallecer de frío y en gran riesgo por la presencia del Nahuel (jaguar) entrega como ofrenda su calzado al Pehuén (araucaria) y este lo cobija y le permite a la madre encontrarlo con vida y regresar al hogar bajo la custodia del imponente árbol.

Alberto poco tiempo después viajó al norte de la provincia de Neuquén solo para ver y corroborar que el árbol que lo había ayudado era de esa especie. Más de 20 años después de ese hecho aun regresa ocasionalmente al lago Traful y busca al Pehuén.

Regresando por la noche a Esquel la historia continuaba rondando mi cabeza y me prometí hacer yo también un viaje hasta el lago Traful y bajar hacia la playa siguiendo el curso del Arroyo Cataratas. Estoy seguro que tampoco lo encontraré aunque sé que estará por allí, vigilante, dispuesto a ayudar a todo aquel que necesite cobijo en alguna noche fría y merodee por allí el Nahuel.

Héctor Gugliermo

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@hosgug

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Me encantan estas historias, tenes un gran talento para contarlas.
Estos arboles son hermosos.

Excelente historia amigo , impresionante experiencia vivida la de tu amigo, que puedo decir ?... cuando uno acude a Dios con fe , El se manifiesta , y en la mayoría de las veces en cosas sobrenaturales , como esta. Gracias por compartir esta maravillosa historia, Dios te bendiga.

Supuse que te iba a gustar. Muchas gracias por tus comentarios.

Creo que sin conocernos, ya nos conocemos, Jaja. Abrazo grande

Buena historia el árbol es muy grande y le da vida a la persona para que cuente una historia natural

Una historia impresionante amigo, y el arbol muy hermoso nunca habia visto esa variedad, saludos.

¡Felicitaciones!



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Excelente historia, ojalá y cuando vayas de visita consigas este árbol.

Gran historia de vida, acompañada de su mágica forma de relatar. Gracias por compartir. Saludos.

Relatos del pasado, me encantan. Los abuelos siempre están llenos de esas buenas historias, es muy entretenido escuchar esas anécdotas. Gracias por compartir mi amigo!!

Nice read. I leave an upvote for this article thumbsup

Qué linda historia amigo. Nunca había visto un árbol tan grande como ese.

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