LA VIEJA CABAÑA por Irma Pulido. CAPÍTULO FINAL.

FUENTE

Así que el maligno ser entró y ni siquiera lo noté, como lo había indicado el Padre Adrián. De todas formas volví a la ventana y vigilé un rato pensando que el demonio podía regresar más no fue así. En vista de eso procedí con las indicaciones del Padre Adrián: Tomé una lámpara y me dirigí otra vez a la habitación, una vez allí me quité el crucifijo y se lo coloqué a la osamenta. saqué de mi bolsillo el frasco que contenía el agua bendita y rocié el hoyo donde estaban los restos y a ella también, el resto del sagrado líquido lo rocié en toda la casa, principalmente en la entrada de la misma.

Suspiré tranquilo al terminar y me serví más café. Ahora solo me quedaba esperar que el monstruoso espíritu volviera por lo que él creía que le pertenecía, pero se llevaría una gran sorpresa.

Retomé la lectura sentado en el sillón. El canto de un gallo se escuchó lejano, informando que la madrugada se acercaba. Yo estaba tan concentrado en un capítulo de la Biblia que no me di cuenta de que el demonio ya estaba cerca de la puerta. Unos alaridos escalofriantes, semejantes a los de una fiera, me sacaron de mi distracción. Me levanté enseguida y miré el reloj y vi que pronto amanecería. Con cautela me asomé por la ventana. El endemoniado ser había vuelto y estaba desesperado por entrar. sacudía sus manos tratando de apartar algo que le impedía entrar, claro, él no podía ver el agua bendita que lo mantenía alejado como si fuera un escudo invisible.

En esos instantes oí el motor de un auto que se acercaba. Varios hombres se bajaron de él deteniéndose frente al furioso espíritu. Distinguí al Padre Adrián entre ellos y suspiré de alivio, pero me pareció extraño que hubiese venido acompañado. Mi sorpresa fue mayor al descubrir que se trataba del comisario y sus ayudantes quienes permanecían atónitos mientras el Padre rociaba de agua bendita a la horrible aparición. Lo alaridos de la criatura aumentaron con el agua bendita y las oraciones del Padre Adrián. De pronto desapareció ante el asombro de todos.

Por mi parte, fui al cuarto donde estaban los restos óseos. Me detuve ante el hoyo y le hablé a la osamenta:

• Sofía - Le dije suavemente - He cumplido mi promesa. Ahora podrás descansar en paz.

Me persigné y salí de inmediato a reunirme con los visitantes. El Padre Adrián estaba cerca de la puerta de entrada a punto de llamar a la misma.

• ¡Padre, gracias a Dios que llegó a tiempo! Todo salió como usted me indicó. Ella no me molestó en ningún momento y pude librarla de su maligno progenitor.

El Padre me palmeó el hombro con cariño.

• Sabía que lo lograrías.

El comisario y sus acompañantes se acercaron y les pregunté:

• ¿Ahora sí me cree, comisario?

Aun asombrado, el funcionario me dijo:

• Lo siento, muchacho, estoy muy apenado contigo. Estas cosas son difíciles de creer.

Se disculpó y entró a la casa para cumplir con su deber seguido de sus oficiales y por el Padre quien tenía la misión de bendecir los restos de la pobre muchacha.

Horas más tarde encontraron los restos de la madre de Sofía enterrados en el patio trasero de la vieja cabaña. Ya en el pueblo fueron examinados los restos de ambas mujeres y se comprobó que Sofía había sido descuartizada con un objeto pesado y cortante, presumiblemente el hacha que su padre utilizaba para cortar leña. La autopsia que le practicaron a la madre reveló que había muerto de un infarto por tanto dolor acumulado. Los restos de ambas fueron sepultados en el cementerio del pueblo, tal y como Sofía me lo pidiera. De esta forma logré su descanso eterno.

Ya en casa, luego de tantas emociones vividas, me disponía a darme un baño. me despojé de la camisa y cuando vacié los bolsillos del pantalón, encontré entre las cosas el crucifijo que había colocado al esqueleto la noche anterior. Sin perder tiempo busqué al Padre Adrián y le conté el extraño hecho.

• No te asombres, muchacho - Me calmó- No es nada raro. Ella regresó el crucifijo cuando tú la liberaste de las garras del demonio porque ya no lo necesitaba. En cambio tú sí debes usarlo siempre para que te proteja. Y, recuerda: No regreses más a la cabaña, aunque ya esté libre del mal es mejor que lo evites. Ni tú ni tus amigos deben vbolver allí.

• Descuide, Padre, ya saqué todas mis cosas de esa vieja cabaña y no tengo nada qué buscar allí.

Obedeciendo los consejos del Padre Adrián no volví más a esa casa vieja y continué mi vida dejando en el recuerdo los espeluznantes hechos que viviera aquellos días. Pero por mucho que lo intente jamás se borrarán de mi mente. Son exactamente siete años que han pasado desde aquel entonces hasta ahora.

´Iván culminó su carrera y se estableció definitivamente en laciudad donde tuvo mucho éxito. My pocas veces tenía la oportunidad de venir al pueblo, y precisamente esta era la primera vez después de tanto tiempo y todos esos recuerdos que tenía tan guardados en su mente revivieron de nuevo al ver esa vieja cabaña, Se le pusieron los pelos de punta y piensa sacudiendo su cabeza, intentando con este gesto despejar pensamientos que habían permanecido dormidos en un rincón de su mente

• Me siento un poco aturdido, debo terminar de llegar al pueblo a reunirme con mi familia.

Abrí la portezuela del auto ya dispuesto a marcharme de allí. Apenas comenzaba a retroceder para retomar el camino dí un último vistazo a la vieja cabaña. En ese preciso instante me pareció oir ruidos muy fuertes, semejantes al choque de un metal con algo, ruidos que provenían de allí.

• ¡Qué tontería, ya comienzo a divagar! Eso es lo que gano al volver a este lugar a recordar cosas pasadas. Fue solo imaginación.

Pero al subir al auto, antes de arrancar, miré de nuevo hacia la vieja cabaña y vi cómo se encendieron las luces y una sombra se reflejó en la ventana. Seguí mi primer impulso: apretar el acelerador y perderme de ese lugar.

FIN