¡Hola, hola! Cada vez que recuerdo las actividades del amigo secreto en la escuela, el liceo y en la Universidad no puedo dejar de recordar tres momentos que marcaron esos días.

Empiezo: en la escuela nos metieron en un amigo secreto y resulta que mi mamá se esmeró por hacer unas manualidades hermosas. Recuerdo que era una caja adornada que quedó preciosa. Fuimos a la escuela y me toca entregarle el regalo a la niña y todos se quedaron maravillados.

Llegó el momento de recibir el mío y resulta que la niña, muy emocionada, me entrega una bolsa con unos recuerdos de difuntos. ¿Recuerdan esos detalles que se entregaban en los velorios? Bueno, uno de esos me dio la niña. Mi cara fue un poema y me puse a llorar ¡ja, ja, ja, ja! Pero la expresión de mi mamá ¡ja, ja, ja, ja, ja! Esa si fue para agarrar miedo. Lo cierto del caso es que terminamos la actividad y nos fuimos con nuestro recuerdito de difunto para la casa ¡ja,ja,ja!

Otro episodio fue casi igual al anterior, me volví loca regalando una camiseta, unas medias, una franela y qué recibí: una prenda íntima, que además no era de mi talla. Lo crucial de esta situación es que tuve que mostrarla en público y a la edad de 16 años con un grupo de muchachos muy echadores de broma, no fue fácil. Eso sirvió para hacer chistes por todo el año, pero, ni modo, se olvidó y siguió mi vida.

Y la última vez que participé en una actividad como esa, ya cansada de malas experiencias, fui al centro de mi ciudad, busqué en las tiendas algo que me gustara y cubriera el precio establecido y le dejé una nota a mi amigo secreto: Mi regalo está en Gina y es un monedero rojo (no recuerdo la marca) y cuesta tanto y al lado de esa tienda encontrarás otra tienda que vende bolsas de regalo preciosas. Con amor, Yeci. Resulta que esta vez, no me llevé ninguna sorpresa y recibí el monedero en cuestión ¡ja, ja, ja, ja!

Gracias, @lisfabian por hacerme recordar esos momentos. Me reí bastante mientras redactaba este comentario. ¡Se te quiere!