PRIMER CONCURSO DE RELATOS EROTICOS PAPIKIWI 08/01/2018 | Otro amor

Reviso la hora, debí haber estado en casa hace unos veinte minutos. No me hago mucho problema con ello, un mensaje de texto diciendo que probablemente llegaría un poco tarde, y que los chicos me habían pedido una noche de copas tranquilas. Nada que no hubiera hecho antes.

Decido caminar un poco, llegar al sitio no me toma más de 15 minutos. Me esperas a la misma hora en el mismo lugar, con tus manos entre los muslos, semidesnuda con la luz amarillo del baño alumbrando un tramo, solo un poco. Vuelvo de nuevo a esta habitación, no importaría si pasan 9 horas volando o 20 minutos conduciendo, pero sin temor sigo volviendo, sin remordimientos, con desvelos, con esmero.

Subirme a tu cuerpo no me toma nada, agarrarte de la cara, cogerte la cara y que me mires, y que por fin el tiempo sin verte haya tenido sentido, y por fin puedo poner mi mano sobre donde amanecen tus latidos. Sabes desnudarme con cautela, de esas formas en que solamente tú puedes hacer, devorandome la piel. Algo en tu magnetismo hace que todo por alguna razón esté mal, como sí estuvieras acostumbrada a que te dijeran que significabas un problema.

Tu falda, tus nalgas, no era piel, era una escopeta calibre treinta que me estaba apuntando directamente a la cabeza. Eras como una cuenta regresiva, del 7 al 1, números al azar y números de recompensa para aquél que te esté tocando cuando no estoy. Podía dibujar arte mientras movía mi cadera, entregando animalitos flotantes en tu vientre, haciendome perder inconscientemente la mente.

Nuestras bocas cabían tan bien como lo hacía un rompecabezas, tu cadera me mataba cuando te movías con destreza. No puedo evitar querer perderme siempre aquí, volver aquí, sentirte aquí, tenerte aquí. No puedo hablar sobre ti, no puedo dejar de pensar en ti, y en todos los adjetivos que terminen en ti.

A veces me detengo, pensando en que estoy haciendo, por qué estamos aquí, por qué estás aquí, por qué buscas siempre que me pierda en ti. Algo en tu magnetismo hace que yo no pueda entrar en razón. El anillo vuela tan lejos, nos miramos al espejo, mi vientre reventando tus nalgas, tus uñas arañandome la espalda.

Pero siempre está algo mal cuando terminamos el encuentro, nos quedamos boca arriba, sin nada de qué hablar, sin mucho para contar. A veces intento hacerte mimos, darte cariño, pero eres como una daga tan fría, de esas de doble filo. Yo me levanto siempre, acomodandome decente y mirandote como sí esperara que un milagro pasara y me dijeras que también me amabas.