La oveja de David

David es hoy un mito para los que compartimos con él. Nos podemos sentar horas y horas mientras se evocan anécdotas con tal espontaneidad que provoca detener a Cronos. David, el hombre que conocí, fue honesto, sincero, íntegro e inteligentísimo. Tenía un don especial para recordar películas, argumentos, sinopsis, personajes, directores, guionistas, actores, y además hacer críticas y análisis. Viéndolo bien, todo un prodigio del séptimo arte, y estimo no exagerar en la apreciación. Para el caso de la cinematografía venezolana fue un guionista apreciado y respetado pero si hay algo que se debe resaltar fue su genialidad y habilidad para crear historias que iban combinadas con sueños, realidades, arquetipos, recuerdos y simbologías en un pentagrama visual, cual si fuese un maestro de música. 

Cumaná es una ciudad en el oriente de Venezuela y allí fue donde cursó sus estudios universitarios. Allí conoció la pobreza junto al salitre inclemente que endurece el cabello y la piel. Viajaba donde quería pero regresaba, de vez en cuando, a la absurda ciudad. Cumaná es tierra de campeones de boxeo, de poetas (des)conocidos, del Mariscal de Ayacucho, del bachiller Zerpa y la Purpurina. Los cumaneses viven de espaldas al mar posiblemente por los terremotos; pero él absurdamente regresaba. Hace algunos años, en su constante vaivén, realizó un taller de guiones y yo participé de ese encuentro. Entre vasos de agua y tazas de café percibí algunas ideas que deseo compartir. No puedo comprometer al ausente en ellas porque se trata de mis percepciones, pero creo que si no fueron pilares fundamentales a la hora de su escritura definitivamente influyeron en la forma de contar sus historias. A mi entender, David se inclinaba hacia la posición de que la realidad, en cine de ficción, no puede ser llevada como tal al acetato cinematográfico. Podemos representarla, podemos imaginarla, recrearla, falsearla, pero no plasmarla tal cual fue o es porque la realidad sólo es ella misma. Y si esto, para algunos guionistas resulta obvio para otros la proposición no es tan fácil de digerir; en efecto crea polémicas.

En el plano cinematográfico la realidad en ocasiones suele ser más cruel que la realidad verdadera y termina siendo inverosímil para el espectador, aún tratándose de historias basadas en hechos reales. ¿Cómo hacer? –Nos preguntábamos.

-Las historias en las películas deben cumplir con el efecto o misión de veracidad; no importa si las momias son cibernéticas o si los hombres caminan por las paredes o si los dinosaurios vuelven a poblar la tierra, el hecho es que creemos que es así. 

-Esas son películas de ciencia ficción. Argumentábamos. ¿Pero cómo hacemos cuando escribimos con otros géneros?

-Deben crear la atmósfera y allí empezará la magia cinematográfica. Ese espacio será nuestra realidad mientras estemos en la sala oscura. 

Los días pasaban y los encuentros parecían ser más cortos. Einstein tenía razón. Escribíamos sinopsis, leíamos y veíamos películas. Con voz envolvente David contaba historias; algunas eran películas que pareciera las había visto solo él, otras eran películas que estaban aún en el proceso de escritura. ¿Cómo diferenciar? Su imaginación creaba incansablemente. 

Llegado el jueves y el taller por finalizar decimos almorzar juntos. Nunca se dejó de hablar de cine: críticas, clásicos, divas, galanes, el ciclo de las rumberas en la cinemateca y muchas anécdotas.

El cine es arte y entrenamiento, sin dejar de ser industria. Todo lo demás surge como necesidad comunicacional o de intercambio de vivencias de las audiencias, -decía David. Las películas aunque lleven una fuerte carga ideológica del director y del guionista, situación que para los críticos no debe escapar, son ante todo un medio artístico mediante el cual se expresan diversas concepciones del hombre, de sus ideas, de sus búsquedas y de su temperamento.

Guernica de Picasso no es ni sustituye a la Guerra Civil española. Picasso tampoco es únicamente Guernica. Pero Guernica si puede ser el reflejo de las lecturas de su autor ante un acontecimiento en España, ya que se trata de una obra que contiene simbologías desde un punto de vista estético y temático. Cada espectador al verla puede crearse su propia España, su propia Guerra, su propio Picasso; sin embargo la obra no debería ser apreciada como una realidad histórica sino pictórica. Guernica es un complejo mundo de líneas que se transforman en un referente visual de España, según el universo cultural del interpretante.

• (Aquí debería aparecer una imagen de Guernica (Picasso, 1937), que se encuentra en el Museo Reina Sofía. La foto que escogí fue de varias personas viendo esta famosa obra. Sin embargo, no he podido hacer el enlace correctamente y por ello tengo que explicar lo que deseaba que ustedes vieran. Esta foto se complementaba con el párrafo anterior e iban a disfrutar plenamente tanto de mi percepción de Guernica como de la percepción que cada uno de ustedes tuviesen al verlo en este momento en este post.)

Si una pintura es una obra de arte debe ser analizada como tal. Debe quedar claro que no todas las pinturas son obras de arte. Igual ocurre con las películas; aquéllas que lo merezcan y que han cambiado o nutrido el séptimo arte deberían ser analizadas como obras de arte. Repito, no todas las películas entrarán en esta categoría, ¡por supuesto!

La oveja negra es la historia de una comunidad matriarcal compuesta por delincuentes que viven en un antiguo cine-teatro. Contiene una fuerte presencia cristiana del guionista y un discurso regocijante del director. Tal vez, La oveja negra es una de las obras de David más cercanas a Cumaná pero ella en sí misma no es esa ciudad, solo se trata de un referente. No cabe un análisis sociológico, se trata de cine social.

Fuente: Afiche de la película La oveja Negra (Dirección: Román Chalbaud, 1987). Circuito de Gran Cine.

Él, un guionista renombrado, regresaba para encontrarse con los amigos y reír hasta destornillarse la mandíbula recordando aventuras pasadas. Sus manos, sus gestos y su voz siempre en constante creación. Se sentaba a escribir.

David Suárez, afirmo yo, fue el más prolífico guionista de ficción del cine venezolano del siglo XX. Él supo leer las señales de una sociedad violenta, totalitaria y decadente donde los personajes estaban condenados por la contradicción pero al mismo tiempo se reconocían en el lenguaje visual.

Ha llegado el sábado y así la culminación del encuentro. Los recuerdos de esos días me causan gran emotividad. David se despidió sonriente y entusiasmado por las ideas que se llevaba para una nueva creación literaria-cinematográfica. ¡Quedan tantas cosas por decir!, pero para mí el aprendizaje estuvo en lo que narré: amor y pasión por el séptimo arte. 

Ahora, ver más cine y, algún día, escribir mis propios guiones. Los invito a hacerlo también.