¡Una cabeza! Sí, en la bandeja se encontraba la cabeza inmolada, decapitada de Karelia, “querida y amante de su esposo”. Rumualdo, se levanta con estupor y desasosiego de la mesa, con ojos saltones que se reflejaban con la luz viva de las velas que ornamentaban en la velada “el asombro”

Seferina, airosa, sonriente y satisfecha, observaba fija y detenidamente a su hombre, quien decía:

Rumualdo: ¡Terribles cosas he escuchado y visto pero jamás de una mujer tan hermosa y delicada, tan atroces! (Este tomo la cabeza fría y con cara expresiva de tan muerte espantosa y apretó en sus brazos con infinito amor, infinita lastima, con desconsuelo e infinita perdida.

Seferina: ¡La carne! ¿Te gusto la carne?

Rumualdo: ¿Qué importa ya eso loca mujer? ¡Asesina de inocentes!

Seferina: La carne que consumimos no era más que el corazón molido de esta, mezclados con otros trozos de carne de tu amante.

Rumualdo en su asombro, se le cae la cabeza de Karelia y vomita en el suelo, arquea expulsando una tras otra lo consumido, mientras Seferina gozosa, toma una silla y dispone en sentarse frente a él con copa de supuesto vino.

Seferina: ¿Ves esto que está aquí en mi copa? Me siento placida en beber la sangre de esa prostituta, esa cualquier, esa a la que creíste que te complacía llena de pasión y hasta de supuesto amor.

Rumualdo doblado en suelo por sus seguidos vómitos, le recalca:

Rumualdo: Esa a quien te refieres me amaba.

Seferina: ¿Te amaba? ¿Estás seguro de lo que dices? ¡Te amaba y te amo yo!

Rumualdo: (entre gritos y aturdimiento) ¡Eres una enferma psicótica! ¿Por qué?

Los labios enrojecidos más por la copa de sangre que por el tono de labial de Seferina, respondieron:
¿Por qué? Porque tenía razones de enojo, de celos, un desconsuelo en mi pecho, imposibles de apaciguar, razones que turbaron mi mente al ver que por esa insípida me podrías olvidar. Unos días llegaste y tu saco en el sofá dejaste con un aroma distinto al tuyo y al mío; fragancia de otra te envolvía y sentía que ella te absorbería para sí y ¿Qué de mí?
Pase días de reconcomio y decidí investigar llegando al fondo de la verdad que sentí que me llegase a matar, pero yo decidí que mi vida no terminaría allí si no la de a quien le gusta jugar con lo de los demás, con lo ajeno, que sencillamente se ha de respetar y dejar en su santo lugar. ¿Pero sabes algo? Descubrí en ella que cuando dices que te amaba, me haces reír a carcajadas y a la vez llorar por tu inocencia.

Rumualdo: ¿Qué es eso cruel mujer? (en tono alterado mientras se levantaba)

Seferina: ¿Quieres ver una película conmigo? Te mostrare una, obsérvala detenidamente.

Rumualdo: ¡Estas mal de la cabeza, no veré nada!

Seferina: Siéntate, ponte cómodo para que veas y conozcas la razón de mi risa. (Fríamente se carcajeaba, mientras derramaba a la vez lágrimas. Mezclaba placer, gozo, dolor, ira).

Continuará...

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AUTOR: @leomarylm
ILUSTRACIÓN: @leomarylm