Albatros

in #cervantes7 years ago (edited)
¡Les saludo, steemados míos! El contenido de este post es de larga data. Se remonta a mis años de estudiante de pregrado (Una vez, hace mucho mucho tiempo...) pero se trata de un relato que, a pesar del tiempo que tiene escrito, me gusta y quise compartirlo con ustedes. Hago mención del tiempo y lo enlazo con ese "a pesar de" porque ya es ley que los buenos narradores se avergüencen de sus primeros relatos. Yo aún no me avergüenzo de éste y lo publicaré a riesgo de que ello ponga en evidencia que no he crecido como narradora. No obstante, también lo hago con la esperanza de recibir algunas recomendaciones de parte de quienes soporten esta lectura. Agradezco infinitamente la guía de @adncabrera quien amablemente revisó este relato cuando apenas era un tosco borrador. Quizás (por salud) ya olvidó su contenido. Espero tener la suerte de que vuelva a leerlo ahora por este medio y que continúe ofreciendo sus valiosos consejos.

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Sólo quería volar. Un poco, unos cuantos metros, no más. Sentir el aire contra su cuerpo que, ligero, se desplazara desafiando la gravedad. Era fácil. Miraba que los pájaros lo hacían a los pocos días de haber salido del cascarón y se preguntaba frustrado: “¿Qué me hace falta? Hasta los aviones, que son millones de veces más pesados que yo, pueden hacerlo”. Diariamente observaba el vuelo de las aves que, sin mayor esfuerzo, atravesaban el pequeño rectángulo azul de la diminuta ventana de una de las paredes de su habitación. Las miraba y sonreía disfrutando el triunfo de ellas, las auténticas reinas del firmamento. Recordaba que una vez logró hacerlo. Lo recordaba con nostalgia. Cada vez que sus intentos degeneraban en algún fracaso se consolaba evocando la única vez que logró elevarse y disfrutar del placer de romper el aire y avanzar sin más límites que el mismo cielo. Se encontraba a solas en su casa. Había estado barriendo el patio, arrastrando centenares de hojas marchitas que, al caer de los árboles formaban una alfombra sepia que cubría el árido suelo. De vez en cuando observaba el cielo y las aves que ocasionalmente lo transitaban. Como un silbato de partida, había escuchado un agudo sonido que lo obligó a despojarse de toda su ropa y subir al techo de la casa. Allí esperó unos instantes. Sintió la brisa acariciar su cuerpo desnudo. Libre. Justo en ese momento, vio una bandada de patos atravesar el cielo. Corrió un poco sobre la superficie irregular del tejado, saltó y aprovechó el descuido de los últimos ejemplares para elevarse agarrado a sus emplumadas colas. Luego, agitó sus alas con vehemencia. Cubrió algunos metros con su vuelo, mas sin lograr salir de los límites de su vivienda, que eran bastante amplios. En el centro, estaba la pequeña casa de dos habitaciones en la cual vivía completamente solo. Enfrente, un jardín cuidadosamente atendido, lleno de girasoles, helechos y flores silvestres. En el patio podían encontrarse, de un lado, una hilera de corrales donde mantenía con celo unas gallinas ponedoras, algunos patos y un par de pavos; del otro, una serie de matas de mango, antiguas dueñas de la cantidad de hojas secas que instantes atrás él se ocupaba de recoger. Recorrió con su vuelo todo el lugar y después, agotado, se desplomó en el suelo. “No debí correr”, se reprochó, enojado. “No he visto ningún ave que corra para alzar el vuelo. Sólo los armatostes mecánicos lo hacen. Pero yo soy una creación de la naturaleza”

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Pasó cerca de dos meses con un collarín y poco menos de un año viviendo en la casa de uno de sus hijos donde ni siquiera le permitían asomarse a las ventanas. Cansados uno del otro, un buen día él decidió regresar a su casa. Su hijo no lo detuvo. Sintió que alguien abría la pesada y ruidosa puerta de aquella habitación. Una enfermera. Lo inyectarían otra vez. Dormiría mucho después de aquello. Miró nuevamente el rectángulo azul. No había ni una nube. A lo lejos sólo se veían dos oropéndolas que cruzaban el cielo, describiendo una línea recta. Sintió el pinchazo de la aguja en el brazo derecho, por encima de aquella incómoda camisa que nadie se atrevía a quitarle. Le dolía. La enfermera salió sin decir una palabra. Él lanzó un suspiro de resignación. ¿Cuánto llevaba allí?, no lo sabía. Lo que más le dolía no eran las inyecciones. Ni siquiera la indiferencia de los enfermeros que era menor que la de sus hijos; aquellos al menos iban a inyectarlo y a llevarle de comer. Lo que más le dolía era sentirse preso en esa jaula de cemento. Era sentir sus alas atadas por una camisa en la que se perdían por no pertenecer a él. Sus extremidades superiores se perdían en una prenda que, evidentemente, no era de su talla sino de la medida de un ave enorme, uno mucho más grande que él. Era de la talla de un albatros. Se acostó a dormir. No esperaría la comida porque tenía mucho sueño. “Esa maldita inyección” Se volvió hacia el otro lado. Se había acostado sobre el brazo derecho. Y le dolía mucho. Así no podría volar.

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Una golondrina detuvo su vuelo en la diminuta ventana. Él le sonrió. ¿Había venido a visitarlo? La seguiría. Ahora sí lo haría porque, con una indescriptible alegría miró sus brazos libres y notó que en ellos iban brotando pequeñas plumas blancas que se hacían cada vez más largas, fuertes y capaces de liberarlo de aquella prisión y llevarlo lejos de su soledad.
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Gracias por su lectura. Hasta un nuevo post.

Sort:  

Una triste y a la vez hermosa historia. ¿Quién no ha soñado, algunas vez, con poder volar libremente como lo hacen las aves?

Como dice @sofiaquino98, quizá no podamos lograrlo echando a volar nuestro cuerpo, ya que no somos antaómicamente capaces de volar, pero echando a volar nuestras ideas, convicciones y pensamientos, podríamos llegar a ser verdaderamente libres.

Si me permites darte un pequeño consejo, yo recomendaría usar párrafos un poco más cortos. La extensión del primer párrafo puede llegar a causar incomodidad o cansancio en el lector solo con verlo. Por lo demás, excelente, me ha gustado mucho.

Un saludo también desde Cumaná.

Volar con alas propias el sueño que iguala y hermana a todos los seres humanos.
Gracias por tu consejo. Procuraré medir mejor la extensión de mis párrafos para evitar que lectores potenciales abandonen la lectura antes de abordarla.

Las transformaciones son parte de la vida. Excelente relato. Muy bien escrito, además.
Saludos.

Excelente historia. Lamentablemente esta patología no tiene cura alguna.

Gracias por tu comentario, @hljott. Quizás sea esa patología (como tú la llamas) la ventana a través de la cual hay que mirar algunas situaciones para encontrarles el sentido. ¡Este mundo está de locos!

Así es. Creo que muchas veces nos enfocamos en sólo lo que conocemos y lo que desconocemos simplemente lo llamamos locura, cuando en existe algo más allá. Carlos Castañeda lo llamó "Una Realidad Aparte.
Excelente relato.
Llegué a él a través de la dinámica:
https://steemit.com/spanish/@atrdigital0607/reesteem-a-tu-contenido-literario-1
Creo que está teniendo éxito.
Saludos!

Gracias por tu lectura y por esta idea, @atrdigital0607

Hermoso relato, @eudisdiaz. De nuevo me sorprendes. No hay duda que debes asumir decididamente tus aptitudes para la narrativa.
Es un relato muy bien escrito, que nos va revelando la desgracia pero, a la vez, belleza de ese personaje. ¡Me gustó!

Me honra enormemente tu comentario, @josemalavem. Gracias por tu lectura. Gracias por tus palabras.

Wow me agrado este post amiga. Encontré tu post gracias a la semana lectora de @salvao. Tienes mi upvote!!

Gracias por tu lectura, @rubeydi.

Fascinante, @eudisdiaz! Realmente inspirador imaginar cada escena.

Gracias por tu lectura y comentario, @danapalooza.

Que chulo está, te comento más en la semana lectora 5.

Gracias! Iré volando a ver qué me dices por allá.

Es fascinante hasta donde podemos llegar con la imaginación. También me gusta como narras el sentimiento de ese padre que anhela la libertad.

Gracias por tu lectura, @evagavilan.

Anatómicamente no somos capaces de levantar vuelo y añorarlo podría indicar delirio...sin embargo, en algún punto de nuestras vidas (sino en toda la vida) jugamos con la posibilidad de ser libres, tan libres como un ave. Y creo que esto último podríamos lograrlo, no precisamente echando a volar nuestro cuerpo, pero si nuestras ideas, convicciones y pensamientos para que lleguen alto, muy alto. Tal vez eso sea lo más cercano que puede estar el hombre de volar por sus propios medios...

Así es, mi querida @sofiaquino98, por eso, antes que dar saltos en el vacío, debemos volar con la imaginación. Ahí nuestras alas cobran más y más fuerzas y nuestro espíritu puede remontar grandes alturas.

Una hermosa historia cargada de soledad y tristeza. El hombre, sumido en la sinrazón, es salvado por su imaginación. Excelente, mi querida @eudisdiaz.

Gracias por tu lectura, @aurodivys. Los sueños son ese refugio en el que nos resguardamos de la realidad.

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