La casa

Miro la casa vacía y la pena hiela mi corazón, debo ser fuerte. Tanto silencio me agobia, la risa que inundaba ese hogar todos los días ahora es un eco en la lejanía.

Añoro el aroma de los panqueques recién hechos y mi corazón cruje, las peleas matutinas son un dulce/amargo recuerdo.

El molesto olor del cigarrillo me hace fruncir el ceño, la tristeza se graba en el rostro en forma de ojeras y mal humor; no hay mucho cariño, su amor está divido por una frontera e irracionales decisiones.

Me abrumo, veo los estragos del estrés en mi cuerpo, pero sigo adelante y sonrío; salgo antes del amanecer, llego cuando el sol se ha ido.

La casa se cierne sobre mí, los viajes a mi infancia son un dulce vestigio, me refugio en ellos.

Cuatro de la mañana, es hora de levantarse de nuevo y mi cuerpo pesa, debo ser fuerte.

El llanto de mi hermana me aturde, la humillación carcome mi alma, me siento violenta.

No puedo evitarlo, me estoy consumiendo, se me ven los huesos, lloro en silencio; es difícil, pero tengo que seguir ¿Es así como se siente crecer?

Salgo de la casa con una línea en mi pensamiento: Debo ser valiente por ti mamá, soy fuerte por ti papá y hermanita no llores… Sé que todo va estar bien.