La paciente. Un microrrelato
La paciente
Imagen para libre uso comercial, en Pixabay
Ahí está de nuevo, sentada en la sala de espera. Puedo verla por la cámara. En el monitor parece ser una paciente regular, pero ayer vi lo que es.
Siempre llega a las 6 p.m. y se va a las 7 p.m. Siempre creí que tenía un tratamiento diario, tal vez fisioterapia, pues no se movía más que para sentarse y luego para marcharse. Atendemos muchos pacientes crónicos con dolor severo y muchos calmantes en su organismo, así que no vi nada extraño en su mutismo.
Mi guardia termina a las 7:30 p.m. Ayer mi relevo llegó 45 minutos temprano. Acordamos que lo cubriría luego si me permitía marchar un poco antes (era mi cumpleaños). Accedió sin problemas. "Allí está la señora Carmen del piso 03; la que se descompensó el año antepasado", me dice con naturalidad. "Pobrecita; aún no se da cuenta... Y uno sin poder meterse en ese asunto". Me miraba como si nada y yo pretendía que estaba perfectamente consciente y al tanto.
Salí tranquilamente, disimulando lo que sentía. Conforme atravesaba la sala de espera, la examiné con detenimiento. Parecía alguien normal, alguien vivo. Pero sus pies no tocaban el piso; su cuerpo todo, puesto en el banquito del tándem era como aire inmóvil; el movimiento constante de pacientes parándose y sentándose no la afectaba. Me quedé paralizado un buen rato, lo suficiente para que me sorprendieran las siete en punto.
Ella se levantó. Su gesto, impávido. Su figura se desplazaba como un paquete llevado en la cinta magnética de la caja del supermercado; sus caderas no mostraban el movimiento acostumbrado de la locomoción. Se deslizaba.
La perdí de vista en el pasillo. Será hasta mañana.
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