SOBRE LA CULTURA DEL VIEJO CABARET LATINO DE LOS ’40 Y ’50…

Hablamos, pues, de aquellos centros citadinos de diversión nocturna en los cuales, al ritmo de boleros, danzones y guarachas (cundido todo ello, de licor), la gente iba con frenesí. Transitaba la mitad del siglo XX… Dado que el fenómeno de la televisión no había hecho presencia en la vida social, el tiempo libre constituía algo así como una simbiosis entre permiso y solicitud, para que estos establecimientos afincaran sus presencias de luces multicolores en las grandes capitales como Ciudad de México, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Buenos Aires, Caracas… También algunas urbes provincianas. Hay que incluir los barrios latinos de Nueva York…

Había los burdeles propiamente dichos, en los cuales los clientes varones iban sin ambages a vivir sexo con meretrices, al calor de boleros, danzones y muchas bebidas espirituosas. Eran los llamados “antros”. También existía un tipo de cabaret el cual, sin dejar totalmente de lado la sempiterna presencia de la eufemísticamente denominada “profesión más vieja del mundo”, llevaba consigo una mixtura de tenores… La gente solía reconocerlos como “centros nocturnos”, “centros de espectáculos”… A éstos podía ir no solo la clase de clientes típica de los recién referidos prostíbulos, sino que era permisible a parejas sin militancia en ese mundo de copas y lentejuelas, las cuales querían, más que todo, disfrutar de buen licor, de agradable danza, de dulce música, de amena conversación bien en términos propios, bien en términos de camaraderiles grupos un tanto más extensos. Los famosísimos “Pasapoga” de Caracas o “Tropicana” de La Habana pudieran ser prototipos de estos cabarets. Claro, las fronteras entre las presencias de, por una parte, gente unida –de una u otra manera- a la prostitución, y por otra parte, las personas en plan de disfrutar de –como solían entonces decir- “solaz esparcimiento”, llevaban consigo no solo ciertos claroscuros sino altos riesgos, sobre todo para estas últimas. Todo ello estaba envuelto en el humo de las pasiones, impregnando de arrolladora aventura, cosas como las mesitas, la pista, el escenario, la barra y, en casos del primer tipo de estos establecimientos, las habitacioncitas...

Para tratar en plan cronístico ese mundo de los cabarets latinos de los ’40 y ’50, necesario es pasearse por dos medios de excepcional riqueza informativa.

Primero, las interpretaciones de las maravillosas y expresivas canciones que en el medio propio del cabaret, se daban. Hablamos de la sonoras Matancera y Santanera… Hablamos de los cantantes Bienvenido Granda, Agustín Lara, María Luisa Landín, Leo Marini, Julio Jaramillo, María Victoria, Miltinho… De Olimpo Cárdenas, Lila Morillo, Toña la Negra, Carmen Delia Dipiní, Daniel Santos, Blanca Rosa Gil, Orlando Contreras, Charlie Figueroa, Alberto Beltrán. Hablamos de Alci Acosta, Braulio Hito, Rita Montaner, Vicentico Valdés, Panchito Riset. De manera especial, citamos al extraordinario y extrañamente poco reconocido Johnny López.

El segundo medio que ha de nutrirnos de información diamantina, es, sin duda, el cine. Sí, las películas mexicanas que se realizaron con tan alta maestría cabaretera. Son unas verdaderas joyas del celuloide. Permítannos referir las cuatro más reveladoras…

• Resulta icónica la onda de películas sobre el tema de cabaret, que a mediados del siglo XX, México irradió a la América Latina toda. Hay que traer a colación tres referencias de oro; a saber, “Pecadora” (1947; dirigida por José Díaz Morales), “Coqueta” (1949; dirigida por Fernando A. Rivero) y “Perdida” (1950; dirigida, asimismo, por Fernando A. Rivero). En todas están presentes los nombres de Agustín Lara y Ninón Sevilla. Las dos primeras, en efecto, son protagonizadas por ellos. Todas están basadas en los desgarradores boleros de Lara –llevando consigo los respectivos títulos-. Cada uno de estos films tienen un denominador común: el melodrama de cabaret… Más o menos así… Una muchacha que, a comienzos de su vida, le toca vivir en México una serie de circunstancias que la llevan a la postre a la actividad de cabaret (más que todo, al rol de vedette y cosas conexas). Al calor de tal suerte entabla relaciones amorosas turbulentas con personajes que le harán cambiar sus suertes… En casos, estos personajes son hombres adinerados, pero viejos; en otros, marineros aventureros… También, amigos de la infancia (épocas en las cuales jamás fue pensada la vida de cabaretera). En todas estas películas se viven, pues, crímenes, despechos, lujurias, rescates, persecuciones, amores profundos, regresiones… En fin, todo género de alegrías y sufrimientos asociados a la vida del escenario, la prostitución, la música, el licor, la droga…

• Hay una pieza cinematográfica mexicana la cual es, a nuestro juicio, la más representativa del género cabaretero… “Cada quien su vida” es el título. Se trata de una suerte de popurrí de vivencias que en un cabaret capitalino, desarrollan tanto las meretrices como el resto de trabajadores de allí, un atípico día 31 de diciembre (cuando el común de los mortales está en familia). Nos permitimos traer a colación una cita de un artículo académico que en el año 2017 presentara la profesora Adith Gómez ante el Doctorado de Cultura Latinoamericana y Caribeña a instancias de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (el cual se desarrolla en la ciudad venezolana de Barquisimeto). Nos ofrece una pincelada del espectro argumentativo de la película…

“Cada quien su vida” es una pieza cinematográfica del cine de oro mejicano, la cual fue escrita por Luis Basurto y dirigida por Julio Bracho en 1960. El film estuvo protagonizado por Ana Luisa Peluffo, Kitty de Hoyos, Carlos Navarro, Emma Fink, Bárbara Gil, Fernando Mendoza, Alicia Gutiérrez, Noé Murayama, Enrique Díaz Indiano, Luz María Núñez y Héctor López Portillo. La historia pertenece al género dramático y se desarrolla en la ciudad de Méjico, en un cabaret llamado “El Paraíso”, el día 31 de diciembre de un año inespecífico (…). La historia inicia en el cabaret con el pianista “Mundito” tocando una triste melodía prácticamente solo, en el sitio y en un estado avanzado de ebriedad. Rosa (la “Tacón Dorado”) aparece en la escena, solicitándole que suba a descansar, muy preocupada por él. El lugar es administrado por don Pepe y el mesero Chucho. “El Paraíso” es un sitio nada sofisticado, concurrido por ficheras de diferentes categorías y damas de compañía, quienes están dispuestas a recibir el año nuevo con sus clientes, siempre y cuando porten consigo algo de dinero. A lo largo de la historia, las mujeres presentan sus desventuras amorosas, fracasos de vida y experiencias enmarcadas dentro de la llamada “profesión más antigua del mundo”. La meretriz más antigua del lugar es María de La Soledad Ordóñez Viuda De Moncada, quien es mejor conocida como “La Siempreviva.' Los otros personajes femeninos que aparecen a lo largo de la historia son Raquel “Las Penas”, “La Jarocha”, “La Pepsi cola”, “Dorita” y Lila Hernández. Los clientes pertenecen a diversas clases sociales y van desde un profesor hasta un diputado así como otros hombres pertenecientes a los bajos fondos tal como “El Ojitos” y “Bridge”. A lo largo de la trama, se entretejen situaciones que van apareciendo durante la víspera de año nuevo, generadas por la combinación entre licor y egos.

Nos permitimos recomendar el acceso a: http://www.geocities.ws/jesus_373/Cadaquiensuvida.html

Bien. Volvamos un tanto a las canciones… Líneas atrás referimos que el cantante de boleros Johnny López (portorriqueño), no obstante haber interpretado magistralmente el bolero más representativo de la vida del cabaret, poco es nombrado por la crónica. Cantó fugazmente con la estupenda Sonora Matancera ya bien andados los ’50. Su canción estrella fue conocida popularmente como “Fue en un cabaret”, aunque el título que su autor (Roberto “Tito” Mendoza, también boricua) colocó fue “Noches de Nueva York”. Este título, por cierto, era ya conocido en medios distintos a América Latina a tenor de una película del año 1928 (de la Warner Brothers). Unos cuantos años más tarde de que Johnny diera a conocer (a bajo perfil) tan extraordinaria pieza musical, la también muy buena Sonora Santanera (mexicana) la hizo algo así como su “grito de guerra”, logrando notable éxito. El bolero en referencia da cuenta de un hombre que asiste a un cabaret en un barrio latino de Nueva York; de esos en los cuales el centro es la prostitución; allí conoce a una bella mujer de la cual se enamora locamente. Tal amor lo lleva, sin vacilaciones, a sacar de tal medio a su enamorada. Sacarla del antro en plan de convertirla en su formal esposa. Lo hace frontalmente y con orgullo. No pasó mucho tiempo en el cual ella echa mano de sus viejos rasgos. Sin más, le es infiel. Ello provoca en él, tanto arrepentimiento de su actitud como ira, decepción…

“Vuelve allí, cabaretera / vuelve a ser lo que antes eras en aquel pobre rincón. / Allí quemaron tus alas, mariposa equivocada... / las luces de Nueva York. / Adiós, cabaretera; adiós, adiós…”.

Ver... (ya casi al final)...

Confesamos que no podemos seguir escribiendo; no… Nos invade un raro giro de recuerdo que nos impide seguir sentados frente al teclado. Giros plenos de olor a cabaret… Una extasiante mixtura de mujer, cigarrillo, licor, fino perfume patchouli, vapor de cartera coqueta forrada de lentejuelas, sudor picante de sirena del desierto con palmeras… No, no. ¡No podemos más!

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• El primer collage contiene una foto tomada de la revista cubana (años '50) "Show"; además dos tomadas de Pixabay; a saber:
  https://pixabay.com/es/piernas-teatro-cabaret-edificio-2144697/
  https://pixabay.com/es/palmeras-mujer-luna-reflejo-agua-3177949/

• El segundo collage, fotos tomadas de la citada pieza hemerográfica.

• La tercera ilustración, tomada de Pixabay...
  https://pixabay.com/es/bebida-hombre-lonely-beber-alcohol-997189/

• Resultó de gran utilidad, el material el cual referimos: https://ortegareyes.wordpress.com/2010/02/24/luces-de-nueva-york/

• Asimismo...
  http://www.chilango.com/tragos/fue-en-un-cabaret/