El hueso de la abuela | segunda parte

in #castellano6 years ago (edited)

Son pocas las segundas partes buenas. Al menos en el cine son contadas las secuelas exitosas. La película El Caballero de la Noche Asciende es un ejemplo excelso de que sí se puede mantener cierto ritmo y calidad en una segunda parte.
El cuento que a continuación leerás es el resultado de un reto que me lanzó @marlyncabrera. Me dio 24 horas para hacer la segunda parte de su enigmático y perfecto cuento El hueso de la abuela. A cambio, ella haría la segunda parte de mi relato La extraña desaparición de Laura García.
No fue sencillo crear un texto que mantenga el nivel de suspenso y angustia que Marlyn imprime en el original con sublime habilidad técnica, pero lo presento con mucho respeto, después de desechar tres borradores.



Fuente

El hueso de la abuela | segunda parte

Desperté con el canto de un gallo, pero todavía no sale el sol. El viejo sigue allí, inexpugnable. Sus movimientos son lentos y emite sonidos guturales tan fuertes como cuando podía hablar, antes que le cortara la lengua sin lograr callarlo.

Su silueta encorvada sentada en la vieja poltrona se ve ahora borrosa, como si se estuviera desapareciendo en medio de una penumbra sempiterna. Es poca la luz que entra de la calle.

Con apenas un leve movimiento que hace, la casa se inunda de un traqueteo insoportable, como si un costal de huesos fuera arrastrado por cada pasillo y cada habitación. Así he aprendido a dormir.

Un toque fuerte en la puerta me hizo brincar de mi sueño. Ya el sol brillaba radiante afuera y se colaba por rendijas hacia la oscuridad de la casa. El día anterior había decidido abandonar esa casona y a ese demonio. Solo tomaría unas cosas y me largaría.

Tres golpes en la puerta insisten y me espabilo. Clemente (El cubano) no parecía estar en sus cabales, ha dormido menos que yo en estos días, se le nota. Está demacrado, desesperado.

–¿Dónde está? –me preguntó al abrir la puerta, sin saludar.

No necesité más detalles para saber a quién se refería. Le hice un gesto y me siguió como un cabrito que quiere ser alimentado.

Encendió un tabaco y el humo iba dejando a su paso figuras fantasmagóricas, a través de los pocos rayos de sol que dejaban entrar las ventanas cerradas. Lanzó una bocana completa cuando estuvo ante el viejo, que no se inmutó por el penetrante olor.

Clemente acercó su oreja a la boca asquerosa, seca y arrugada. Sus ojos inquietos daban muestra de que algo escuchaba o intentaba escuchar. Un minuto después asintió con la cabeza. Susurró unas frases en el oído del viejo, hizo una pequeña reverencia y me pidió que saliéramos de la casa.

El sol me ardía en la piel y los ojos. Me di cuenta que hacía varios días que no me alejaba de la penumbra de la casa. Clemente me contó que tuvo que volver de Brasil porque un espíritu lo atormenta por su hueso. No lo deja en paz, no puede dormir, ni trabajar. “¡Devuélvanme mi hueso!, ¡Devuélvanme mi hueso!, ¡sáquenme de aquí!”.

Lo que debíamos hacer para terminar con esta maldición era horrendo, pero definitivo, dijo él. No había manera de devolver el hueso a la anciana, pero ella aceptaba una ofrenda. Todos los que participaron en el ritual anterior debían hacerla.

Convoqué a los cinco que no estaban allí. El último tardó dos días en llegar. Durante ese tiempo, Clemente me presionaba. Estaba realmente atormentado. En la casa quemó sahumerios y fumó tabacos para dormir. No lo logró.

Reunidos en la mesa del comedor, nos explicó los siguientes pasos. Fátima vomitó y se negó hasta el último momento. Pero finalmente todos aceptaron. En la noche, el celador tuvo otra botella de ron Florida y repitió su momento de placer con Rainbow Exquisita. Allí estábamos más temerosos que la primera vez, un corro funesto ante la tumba de la abuela.

Clemente sacó una daga que brilló con el reflejo de la Luna. Tras unas oraciones, fui el primero. Traté de ser fuerte y soportar el dolor, pero se me escapó un quejido. El siguiente dudó pero los demás lo sostuvieron, mientras yo me recomponía. Fátima lloró e imploró, pero no podía fallar al compromiso. Uno a uno fue entregando una parte de sí para calmar a la abuela. El último fue Clemente.

Los siete meñiques ensangrentados fueron amarrados con una cinta negra, como un ramillete monstruoso, y colocados dentro del ataúd.

El ladrido de un perro me despertó. Por un segundo me alivié; había sido una pesadilla. Pero descubrí que no tenía mi dedo. Corrí al pasillo y ahí estaba el viejo encorvado en la poltrona, silencioso y quieto. Di unos pasos más y noté que balbuceaba, casi sin fuerza. No podía entender… ¿por qué carajo le cercené la lengua?

No quiero acercarme demasiado a su peste. Hago un esfuerzo por unir sonidos, construir una frase, hasta que lo descubro: “¡Mátenme ya!”.

Sort:  

Nuestra historia está llena de equivocaciones sustanciales, @alevil. Te prometo la segunda parte de tu historia dentro de 24 horas exactas. ¡Ja, ja, ja! Revisando, entiendo que no fui clara. Me disculpo. Ya lo enmiendo. Mientras, leeré est a segunda parte.

Lo bueno es que hay dos segundas partes y es un juego interesante. Ya me pongo manos a la obra. Tal vez termine mucho antes de lo que imaginas. La cabeza me ha quedado echando humo.

Si vale, la providencia parece que no quiere que nos entendamos, jajajaja. Tranquila, @marlyncabrera, no hay nada que disculpar. En tus post hice una propuesta que incluye a @jcalero. Pendiente que de los errores podemos sacar buenas cosas

Me encantó. El tercer párrafo me dio grima (excelente). El final es impactant y fíjate cómo nos hemos conectado en nuestros argumentos. Asombroso.

Este error ha sido d elo mejor.

Revisa mi post. Lo he editado para incluir una sorpresa interesante.

P.S. Revisa las vocales en "mátenme".

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