Capítulo 34 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #busy6 years ago

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Estuvimos unidas hasta que las noticias terminaron y fue momento de hacer el último desayuno de esa semana. Samantha quería panqueques con fruta y chocolate, así que la consentí una vez más. Me encantaba cocinar para mi hija y ver como resultado esa blancuzca sonrisa en su boca. Reímos mucho esa mañana, justo antes de despedirnos en la puerta del pent-house. Samantha me abrazó como si no fuéramos a vernos pronto, hasta que el sonido del ascensor me alejó de ella.

Subí a un taxi que me llevó directo al aeropuerto, donde esperé tres horas para el vuelo a Charleston. Leí las modificaciones de la revista una vez más y contacté a Perla para conocer los pormenores. La revista era como otro de mis hijos, por lo cual me resultaba frustrante no estar en los momentos importantes. De no ser porque era imperativo asistir al homenaje, estaría sumida en el edificio, coordinándolo todo.
Cuando la hora del abordaje inició, escuché el corazón en mis oídos y un ligero temblor atravesó mis manos al entregarle el pasaporte y el boleto al encargado. Quizá pensó que llevaba una bomba en la maleta de mano y por ello me sentía tan nerviosa, cuando la realidad era que tanto las palabras de Samantha como lo que mi corazón comenzó a sentir, provocaron un revoltijo de emociones dentro de mí.
Estaba a un paso de volverlo a ver, y ni siquiera sabía qué le diría. En cierto punto, cuando estábamos volando, sentí que sufría por un momento en el que no podía respirar. Me estaba hiperventilando en el asiento, mientras las nubes impactaban el ala del avión y sentía como mis pies no tocaban el suelo. Me estaba enloqueciendo con la idea de verlo, aun cuando llevábamos menos de un mes que no nos veíamos.
Al ingerir un trago de licor, pude volver en sí. Solo el alcohol me aclaraba los sentidos y me inyectaba de ese coraje líquido que con urgencia necesitaba. Con el paso de los minutos, encendí el teléfono y entré a las redes sociales. Debía despejar mi mente la media hora que faltaba para aterrizar, o terminaría con un derrame cerebral. Mientras escudriñaba una noticia, la pantalla se iluminó ante la entrada de una llamada.
Cuando escuché la voz de Ezra, todos mis miedos se disiparon. Entendí que lo único que necesitaba era escucharlo para que mis pies de nuevo tocaran el suelo y no sintiera que volaba por todas partes, como un globo lleno de helio. Él me regresó al instante en el que nos vimos en esa cafetería, la tarde que me llamó para contarme sobre el homenaje y todas las veces que me susurró lo mucho que me amaba en el oído.
Hablamos sobre el viaje y cuánto faltaba para vernos, lo que aumentó mis ansias por tenerlo frente a mí. No sabía si en ese instante sí podría abrazarlo o depositar un beso en su mejilla, pero no tenía que pensar en ello; solo debía enfocar mi atención en lo que le diría ese día. No podía callar por más tiempo esa revelación, aun cuando el costo de la misma fuese acabar con algo tan lindo como nuestros viejos recuerdos.
Cuando el piloto anunció que estábamos aterrizando, mi corazón quería saltar del pecho y caer en los brazos de Ezra, mientras mi alma bailaba con la suya.
Esperamos que abrieran la puerta de salida para empezar a levantarnos de nuestros asientos y caminar por el pasillo acolchado. Le mostré una amena sonrisa a la aeromoza y le agradecí la hospitalidad del viaje. Sentí la presión diferente cuando coloqué un pie fuera del avión y mis ojos escudriñaron a las personas que esperaban a sus familiares con carteles en las manos y enormes sonrisas en sus bocas. Estaban entusiasmados.
Busqué sin cesar alguna persona que luciera como mi antiguo vaquero, hasta que encontré un hombre con una camisa naranja en su torso y una chaqueta colgando de su codo. Sus ojos estaban fijos en mí, como si al pestañear pudiese desaparecer. Bajé la mirada al piso que mis pies comenzaban a sentir, al tiempo que la alzaba de nuevo y aplacaba el flequillo que se alzaba en mi frente por efecto de la caminata.
Apreté con fuerza la maleta de mano y desvié las personas que encontré entre él y yo. Eran muchos los que esperaban, otros ya se habían reunido y algunos como Ezra y yo no dejábamos de mirarnos hasta que compartiéramos el oxígeno tan cerca del cuerpo del otro. Tragué saliva y apreté el mango de la maleta al tiempo que mis zapatos se detenían a medio metro de los suyos y mis ojos podían describir el color de los suyos.
—Hola —tartamudeó al hundir las manos en sus bolsillos.
—¿Qué tal, vaquero?
—Esperándote —pronunció antes de parpadear varias veces—. ¿Qué tal tu vuelo?
—Tranquilo.
Escuché cómo las personas se alegraban de recibir a sus familiares y otros le preguntan a la aeromoza si eran todos los pasajeros. Aromas de diferentes perfumes atiborraban el aire, pero el de Ezra era un aroma fuerte. No evité mirarlo y notar la similitud que compartía con el hombre que se marchó de Charleston. Ya no lucía esa camisa planchada y el reloj costoso, ni ese perfume que no era su esencia.
El hombre que estaba frente a mí, era el verdadero Nicholas Eastwood.
—Déjame ayudarte con la maleta —interrumpió mis pensamiento al quitarla de mis manos y colgarla de la suya—. Estoy siendo descortés contigo.
—No te preocupes. —Toqué mi codo y miré alrededor—. ¿Nos vamos?
—Sí, vámonos.
Me acompañó a buscar mi maleta y salimos del aeropuerto. Me pidió que buscara las llaves del auto en su bolsillo delantero y me indicó cuál era su auto. Nunca creí que Nicholas —o Ezra, eso era confuso—, tuviese un auto como ese. Era inmenso, negro como la noche y tan relucientes como diamantes pulidos. Tenía residuos de nieve en algunas rendijas, lo que la convertía en algo similar a un tablero de ajedrez.
Pulsé la alarma y abrí la puerta de atrás para subir las maletas. Él me agradeció, quitó las llaves de mis manos y abrió la puerta para mí. Era todo un caballero el que cerró mi puerta y subió a su asiento. Los años habían pasado factura ante el hombre que no le importaba nada y solo pensaba en él y en su bienestar propio. Ezra Wilde era alguien reformado, elegante, humano y muy caballeroso, que decía por favor y gracias.
—¿Recuerdas el camino? —inquirió al encender el motor.
—La verdad no —afirmé al remover mi cuerpo en el asiento—. Ha pasado mucho.
—Doce años.
Giró la cabeza y fijó sus ojos en los míos, justo antes de removerse incomodo en el asiento y regresar la vista al frente. Era extraño sentarnos tan cerca y sentirnos tan lejos uno del otro. De nuevo las palabras de Samantha resonaron y taladraron mi cabeza una vez más, siendo imposible concentrarme en el trayecto y recordar la última vez que estuve allí. Samantha podía ser tan punzante como una aguja en el pie.
Giré a la ventanilla y observé escasos sembradíos. El tiempo no solo colocaba canas en el cabello o arrugas en el rostro, también mermaba la producción y lo que en un inicio era el sostenimiento laboral de muchas personas. Años atrás, los sembradíos cubrían kilómetros y el ganado se veía pastando en los amplios terrenos. Todo había cambio mucho en esos años, pero el pueblo seguía siendo un lugar ameno.
—¿Te quedarás conmigo? —inquirió Ezra de pronto, cuando me encontraba en un estado pensativo sobre ese viaje. En cuanto viré mis ojos y le mostré mi sorpresa, él se removió incómodo y aclaró la situación—. Me refiero a si te quedarás en el rancho.
—Oh —pronuncié al sentir alivio—. No. No es correcto quedarme… contigo.
—No seas tonta. No permitiré que te quedes en otro lado. —Despegó la mirada de la carretera algunos segundos y la enfocó en mí—. Solo serán unos días. Lo único que me preocupa es si podrás sobrevivir en un lugar tan viejo y descuidado como ese.
Había pensado quedarme en una posada, como el resto de las veces, pero en los ojos de Ezra veía que necesitaba apoyo moral en ese momento. Él me había comentado que estaba indeciso sobre vender el rancho y que tenía muchas cosas que solucionar antes de entregar las llaves, así que lo correcto era ayudarlo. Sabía que no sería de mucha ayuda en ese instante, cuando ya todo estaba dicho, pero la compañía sería buena para él.
Lo idea habría sido que su esposa lo acompañara, pero ese no era un tema de mi incumbencia, así que preferí mantenerlo en mi cabeza. Justo me encontraba debatiéndome entre quedarme con él en el rancho o lanzar todas mis cosas en una posada y verme con él en un sitio público. No sabía qué podía pasar entre nosotros si estábamos bajo el mismo techo, pero algo me decía que no debía pensar en ello.
Tragué saliva y apreté las manos sobre mi bolso.
—No tendré problema, mientras estés allí —pronuncié al final.
—No pienso irme antes de tiempo —afirmó al apretar el volante, evitando en lo posible algún gesto que me indicara su felicidad ante ello o la incomodidad de vivir durante esos días en un lugar con tantos recuerdos en común—. El comprador llegará en dos días, así que tengo ese lapso para poner todo en orden.
—Es muy corto tiempo —susurré.
—Te sorprendería saber todo lo que pasa en dos días —concluyó al enarcar una ceja y mostrar un indicio de sonrisa en sus labios—. Ya estamos llegando.
Cuando se fue acercando al rancho, sentí un fuerte golpeteo en mi corazón; fue como si un caballo e hubiese pateado en el pecho. Sentí los recuerdos escocer en mis ojos, provocar un nudo en mi garganta y un ligero tic en la pierna derecha. Ezra respiró profundo y cruzó para entrar al camino que llevaba a la reja del rancho. Vislumbré a la distancia la estrella de cinco puntas en la reja y el deplorable estado del rancho.
No era la sombra de lo que fue en el pasado. Ezra aceleró un poco y frenó ante el portón. Mantuvo sus manos en el volante y la fija mirada en la reja, antes de respirar profundo y abrir la puerta de la camioneta. Lo observé caminar a paso afligido hasta la reja y acariciar la estrella con la punta de sus dedos. Le provocaba un profundo dolor volver allí después de la muerte de su padre y sin nada que le quedara allí.
Buscó en el bolsillo de su pantalón una de las llaves y abrió el cerrojo. Arrastró ambos lados de la reja, uno a la izquierda y otro a la derecha, antes de volver a la camioneta, arrancar y estacionarla cercana a la puerta del rancho. Él bajó a cerrar la reja principal y regresó a tiempo para bajar las maletas e indicarme que lo siguiera a la parte interior del rancho. No había maleza que alcanzara las ventanas, pero la madera del pórtico crujía bajo mis pies como nunca antes lo hizo, de una forma escalofriante.
La madera estaba envejecida, con aberturas de polillas en varias partes. El techo tenía boquetes del tamaño de una bota, y de las luces que siempre alumbraron la entrada, no quedaba ni rastro. La puerta principal estaba decolorada y tenía grietas en muchas partes, pero se mantenía sobre sus goznes. Algunos vidrios de las ventanas estaban quebrados, y fueron reemplazados por trozos de madera unidos a clavos.
Ezra encontró la llave y abrió la puerta. Un chirrido de película de terror suplantó el silencio, cuando el trozo de madera se abrió y observamos la oscuridad dentro del lugar. Era idéntico a una de esas mansiones que dejan abandonadas después de la muerte de algún familiar, y los caza fantasmas visitan para escuchar ruidos infernales. La imagen era dolorosa para Ezra, al punto de detenerse en el umbral y no poder avanzar.
No sabía qué hacer en un momento como ese, así que, con temor, apreté su codo y le di un leve empujoncito hacia adentro. Él volvió en sí y soltó un suspiro, al tiempo que cerraba la puerta detrás de nosotros y encendía las pocas luces que aún quedaban. Todos los muebles estaban cubiertos con telas blancas llenas de polvo, el piso tenía residuos tanto de hojas secas de los árboles, como de telarañas y trozos del techo caído.
Mis tacones pisaron cada parte hasta el centro del rancho, junto a las escaleras que daban a las habitaciones principales. Apreté la madera de los pasamanos y escuché otro chirrido. Ezra dejó las maletas sobre el piso, después de limpiar la zona con el talón de la bota. La luz que emanaba el rancho no se veía por la oscuridad dentro del mismo. Las ventanas estaban clausuradas y los únicos rayos que pasaban eran los del techo.
—¿Hace cuánto no vienes? —le pregunté al apretar mis brazos.
—Diez años —respondió al rodar la mirada por todas partes.
Ezra no se quedó quieto. Al dejar las maletas y responder mi pregunta, caminó hasta la cocina y encendió la luz bajo la cual se encontraba la mesa donde cenamos varias veces, el refrigerador y el área de alacena. Ezra siguió explorando; esa vez subió las crujientes escaleras y caminó por el pasillo. Yo me quedé abajo, hasta escuchar su voz resonar en la parte alta, para que lo acompañara. Solté un suspiro y subí las escaleras.
Todo estaba repleto de telarañas y suciedad, lo que causaba en mi cuerpo una ligera comezón. Seguí su voz hasta su antigua habitación, donde se encontraba detenido en el umbral, con las manos en los bolsillos. Al escuchar mis pasos acercarse, tendió su mano para que lo siguiera hasta el interior de la misma. Sentí de nuevo el calor del tacto de Ezra en la palma de mi mano, al ingresar a la oscura habitación.
—La recuerdo en mejor estado —comentó en tono sarcástico—. Hace tanto que no ingreso aquí, que me alegra mucho tenerte conmigo. No quería hacerlo solo.
También me alegraba estar allí con él, aunque tenía muchas preguntas en mi cabeza. Mientras escaneaba sus cosas cubiertas con sábanas, apareció una pregunta.
—¿Te mostrarás ante todas esas personas? ¿No se supone que moriste?
—Así es. Mi tumba esta en ese mismo cementerio. —Él me acercó un poco a su cuerpo y elevó nuestras manos—. No puedo mostrarme ante ellos. Me quedaré en una parte alejada, pero presenciaré el homenaje y podré escuchar lo que las personas dirán.
La simple idea de alejarme de él cuando apenas acababa de encontrarlo, me sofocaba la respiración. Quizá estábamos pisando un terreno peligroso, pero no quería alejarme de él a menos que fuese realmente necesario o por algo más allá de nosotros.
—Me quedaré contigo —afirmé al sujetar y apretar su mano.
Bajo la tenue oscuridad que el bombillo no lograba iluminar, noté una minúscula sonrisa en su boca. En ese instante entendí que él también se alegraba de estar conmigo, aun cuando el costo de estar juntos era solo tocarnos las manos o vernos a los ojos.
—Es tiempo —articuló mientras acariciaba mi mano con su pulgar.
Asentí con la cabeza y lo seguí escaleras abajo. Dejó las luces encendidas y las maletas en la parte baja, al tiempo que cruzábamos la sala y salíamos del rancho. Subimos a la camioneta y él condujo hasta el cementerio local. El homenaje se celebraría a una hora temprana, para que las personas que vivían lejos pudiesen marcharse con la luz del sol. Ezra aparcó en la entrada y ambos descendimos.
El techo bajo el cual se encontraban las personas, alrededor de la tumba de Erika y Charles, estaba a treinta metros de nosotros, mas no nos acercamos lo suficiente como para saludar a las personas que conocíamos; entre ellas estaba Meli, con un niño en sus brazos y otro sujeto a su mano. Se veía radiante, aún bajo el vestido negro. Yo planché mi camisa blanca y Ezra subió la cremallera de su chaqueta, cuando el frío azotó.
Las hileras de tumbas llenaban todo el espacio, al tiempo que el cielo se oscurecía sobre nuestras cabezas. Llovería en poco tiempo; podíamos olerlo en el aire, escucharlo en la brisa que azotaba los inmensos árboles y en esa sensación de pérdida que bailaba en ese lugar. Poco a poco los amigos de Charles, la familia de Erika y las personas que los acompañaron, comenzaron a hablar sobre los buenos amigos que eran y el buen padre que habría sido. Alma no tardó en quebrarse en llanto por sus padres.
Mi corazón se contrajo en el pecho al escuchar el llanto de Alma y las lágrimas en los ojos de los presentes. Sentimientos encontrados me atravesaron como una daga y me obligaron a alejarme de Ezra para romper en llanto. Caminé entre las tumbas, mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas. Cerré los ojos y me detuve en una tumba, al tiempo que escuchaba que Ezra me llamaba y preguntaba qué me ocurría.
—Esto me recuerda a todas las personas que perdí en este tiempo… —emití entre lágrimas y dolor—. Incluso aquellas que aún no toqué o miré como tanto deseé.
—¿De qué hablas? —preguntó antes de mover la manzana en su cuello—. Sé que tienes algo que contarme. Lo vi en tus ojos la mañana que nos encontramos en la cafetería. Cuéntame, Andrea, no voy a juzgarte. Solo quiero saber qué es eso.
—Es sobre nosotros. —Una lágrima rodó por mi mejilla, al tiempo que apreté mi estómago y supliqué fuerzas para revelar mi verdad—. Se trata de nuestro hijo.

Sort:  

Empecé normal, fangirleé a la mitad y terminé con gran "mierda" brotando de mis labios...

¡Demonios! Este medio capítulo ha sido algo intenso y aun nos falta leer la reacción de Ezra. Siento que voy a llorar mucho con él.

PD. Ya me estaba preguntando yo si había muerto o no para todos los del pueblo xD

Jajajaja
Es que esa era la pregunta del millón.
¡Me encanta los revoltijones de sentimientos!

Ya me di cuenta xD
Y sí que era la pregunta del millón. Estaba a punto de salir humo de mi cabeza xD

Jajajaja
Es que es muy simple. Él murió (ficticiamente), y hasta un funeral hubo. ¿No sería super raro que de pronto aparezca vivo? ¡Lázaro resucitado!

Por eso mismo xD
Lo que me sigue dando vueltas es la venta del rancho, pero supongo que ya resolveré mis dudas después

noooooo nawara me dejas mordiéndome las uñas se lo dijooo va hablar de su hijo Dios que fuerte capitulo me muero por saber q pasaaaaa q tortura aime

los mas fuerte es el momento tan oportuno que se lo dice nawara

Me encantó el capitulo, me emocioné un poco :c 💕 pero decir así la noticia... wow jajaj mujer valiente.

Viene la bomba bajando...como reaccionara Nicholas...pobre mi vaquero con lo que aansia un bb y el sin saber que perdio uno 😓😭😭😭😭

Ahí mi dios pobre Ezra con las ganas q tiene de ser padre enterarse q perdió uno son siquiera saber de su existencia. Que injusticia para ambos.

1- AIME NO SE SUELTA SEMEJANTE BOMBA ASÍ COMO SI NADA, NO ES LA MUERTE DE UN PERRO ES UN HIJO.

2- TODAVÍA SIGO EN SHOCK, NO LO ASIMILO. ES QUE JODER NO PUEDO CON TANTO, ¿CÓMO NOS HACES ESTO A EZRA Y A MÍ? ANDREA QUE TIENE EN LA CABEZA, ¿COTUFAS?

3- Ahora la parte genial fue cuando él le dijo "te sorprendería lo que puede pasar en dos días" (parafraseo) te podrás imaginar la sonrisa sexosa que se instaló en mis labios al leer esa frase, fue como "Ezra, tú y yo sabemos lo que va a pasar 😏 salseo del bueno papacito"

4- Amé que volvieran al rancho, o sea bien sé que fue allí donde pasaron cosas trágicas; pero también ocurrieron cosas hermosas entre ellos. Espero no lo venda, espero lo recupere :c me imagino el final allí 😭💔

5- AIMEEEEEE TE REPITO, UNA NOTICIA ASÍ NO SE SUELTA COMO SI NADA EN UN MOMENTO ASÍ.

6- Aime te adoro, pero actualiza pronto por favor. No quiero a Leonard, Maximiliano o Steven. Ya quiero leer es a Andrea, Ezra o Sam; quiero saber que pasa y quiero sentir lo que va a sentir Ezra con ese notición 😭💔

Hay Dios el momentos más esperado su 2 encuentro!!! Lloro al recordar esa peedida,producto de algo tan hermoso y que los marcara 😭😭😭😭

MORIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII DIOS POBRE MI NICO

Ciertamente un capitulo intenso. Quisiera que no venda el rancho... mejor no pensar en lo que se viene 😢

Que bonito que se encuentren, que recuerden viejos tiempos, pero me dolio mucho cuando hablan de Erika y Charles me da mucha tristeza por Alma. Ahora por favor como se le ocurre a Andrea soltar la bomba así.. noooo

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