Novela: La noche transparente. Cap.35

in #busy6 years ago

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Jesus-Rafael Soto, "Trou dans l'espace"

Me había quedado ligeramente dormido. Para mi horror, había notado que estaba bebiendo sexo en la playa. Me aterré, me provocó sacar la pistola, estaba casi desquiciado, así que decidí escuchar las modelitos éstas:

— ¡Oh, por Dios! Acaba de llegar la perra arribista de Fergie! ¿Sabes? Me dijeron que cuando se presentó en Saturday Night Live, se drogó y Jimmy Fallon se la cogió. —dijo una y no sé en qué momento me paré de donde estaba y comencé a hablar con ellas:

— A mí me gusta Tina Fey; —dije. Ellas como que se distrajeron, se vieron e hicieron un gesto unánime de desaprobación.

— Mírala, Dean. Vele la faldita. Te la puedes coger. —Era Karen, quien estaba evidentemente celosa.

— estarán complacidas cuando sepan que te las quieres coger. —siguió diciendo ella. Todas la estaban viendo.

Karen estaba furiosa pero se olvidó de todo aquello tan pronto me alejé de esas mujeres. Pero ellas querían buscar pelea y susurraron cosas, tales como: “cállate, se supone que nadie debe saberlo” en tono burlón y una le dice a Karen:

— siéntate, tienes que escuchar el esto… —Pero ella no les hizo caso y regresamos a la mesa, donde Julia estaba divirtiéndose con los objetos en la mesa y los celulares.

— ¿Pero sabes qué? Esa perra se puso unos tacones altos Jimmy Choos con unos jeans Diesel y una camisa, de…de… Xic-Xoc; —Dijo otra, como si hubiera revelado alguna clase de dato arqueológico.

— La pintura de labios está corrida. Probablemente ya se lo mamó. —Y se rieron todas al unísono, como sonrisa de quien se burla, aunque sonaba a risa cómplice, también.

— ¡Vamos! ¡Cristal! ¡Siempre llamas maricones a tus novios! —Dijo una de las tipas. Ya Karen se había volteado descaradamente a verlas, a escucharlas, aquellas cosas truculentas siempre resultan entretenidas.

— Claro, es que no se le paró. Estaba borracho… —Y esas mentes vacías se olvidaban de que nosotros estábamos allí, o es que la verdad se creían más importantes que nosotros. Karen me hizo ver a un lado, y Julia, más concentrada en su juego, porque estaba súper drogada. Me asusté un poco, ya que no le había parado bolas a lo que hacían las chicas. Además, aparte del porro, supe que habían tenido sexo, ya que tenía ese olor inconfundible, aderezado con Givenchy, me estaba relajando, tanto, que ya me sentía al borde del sueño.

Julia se fue al baño, sola, no quiso que la acompañáramos; pero como tampoco se movieron el grupito aquel, la dejamos tranquila. Ella regresó y se sentó, las tipas la vieron de reojo y una de ellas la veía como si fuera una intrusa que venía a joderles no sé qué cosa; claro, sabían que Julia era modelo y la ropa de Julia se destacaba, a pesar de costar un cuarto de lo que ellas gastaron.

Julia es inteligente y tiene buen gusto, sabe ponerse cosas sobre su cuerpo y sacarles valor una de ellas empezó a verla, babeándose casi por el collar de Titina Penzini que Julia se puso. Era hermoso. Karen me susurraba al oído, diciéndome las cosas que habían hecho durante el día, y me describió cuando compraron todo aquello. Karen se puso una camisa Calvin Klein, una chaqueta Carolina Herrera y una falda Banks & Banks, se veía exquisita; pero Julia era de ese tipo de mujeres capaces de provocarte toda una marea de emociones, con su sola presencia. Y eso es algo que es un valor único. Por cierto, el gremio del modelaje es como todos los demás: sus miembros se joden mutuamente. Las chicas me susurraban cosas al oído que no me interesa comentar, pero que eran (y siguen siendo) sumamente divertidas.

Me di cuenta que mi alterada noción de la realidad había ganado cierta capacidad de sensatez. Es decir, ya podía controlar la distorsión sobre lo que se me antojara: la música, que pasó de decente a horrible y ya no era percibida por mi oído; pero de hecho estaba escuchando lo que decían las modelos perras y las chicas. Me di cuenta de que Karen me había estado diciendo muchas cosas, pero yo no las estaba escuchando. Y no es que mis sentidos estuvieran anulados, es que me más bien, se habían sumado a otros sentidos: podía oír las palpitaciones, el movimiento de los muslos, saborear el cabello y cosas así.

Karen había pedido un servicio de J & B que teníamos bastante rato bajando; pero en ese momento me di cuenta de que mi percepción del tiempo también estaba jodida, no me daba cuenta de cuando pasaban las cosas, pero sabía que habían pasado.

— ¿Sabes? En Tiffanny´s hay una piedra amatista que viene en un collar con ónix y diamantes del apartheid. Quiero dártelo y hacerte el amor durante tres días seguidos.

— ¿Y qué vas a hacer con Julia? No puedes dejar a la pobre por fuera. —Y me di cuenta de que ella estaba recostada sobre mi pecho y escuchaba todo con esos ojos de cachorrita tierna, que a uno le arruga el corazón. La había cagado.

Julia me veía como si fuera una perrita, que te ve, diciendo: “¡Déjame dormir en la cama contigo, porfa! Y mi cara se transformó en un gesto de pena, ante el hecho de que la había dejado por fuera y ella, después de todo, había sido fiel, muy muy fiel. Ella me dijo:

— Sólo quisiera que me contaras todo lo que no me has contado, que es casi todo, por cierto.

—Luego se acercó a mi cuello y le di un beso y se separó de mí y me veía de una manera tierna, pero como mostrando que ella me podía ayudar y que yo debía aceptar su ayuda. Tal vez Karen planeó todo. O ella sabía que tenía que decirle todo a ella.

Las tipas se estaban retirando. Cada una había cuadrado con cada uno de los imbéciles a quienes habían fingido ignorar durante toda la noche y que para ese momento, ya estaban enloqueciendo (es que las tipas son tremendas calientaguevos) lo que ellas no sabían es que una de ellas se iba con un yuppie psicópata que la iba a violar y posteriormente descuartizar, para comerse sus órganos sexuales y su cerebro y el resto se iba a ir por la bahía, hasta el mar y perderse en el océano, ya que el tipo usaba una bolsa especial que se sellaba herméticamente y resistía la acción de sustancias ácidas y abrasivas y tenía unas pesas para bucear, que sumergirían todo hasta el fondo. Pero lo mejor de todo es que además de meter el cadáver (lo que quedaba) le agregaría cal para que todo aquello se consumiera, y llegado el momento, todo desaparecería sin dejar rastro. Todo estos pensamientos me alteraron y aunque quería detener al yuppie, no podía distinguirlo (¡es que todos son iguales, maldita sea! No sé cómo hace la gente para diferenciarlos) dejé de verlos y me di cuenta de que se habían ido. Me tranquilicé. Quienes iban a morir, que saluden al César. Después, estábamos caminando en Manhattan, donde ya había gente trotando y algunas parejas teniendo sexo. Comencé a contarle todo a Julia. Karen nos seguía. Fumaba. Se acercó y me dio el porro. De una vez, Julia aclaró que no quería, me imagino que la pobre estaba tan enchavada que no podía ni con su alma. Tardé más de 45 minutos en contarle todo, sin mucho detalle, claro. No hacía falta.

— Matas gente. —Es lo único que dijo, al rato, justo cuando el sol ya empezaba a despuntar.
Nos sentamos en una banco que estaba en una plaza que estaba en un nivel inferior, que daba hacía Saint Patrick. En un banco, Julia se me sentó en las piernas y luego me sacó la verga y empezó a mamarla. Lo hacía con calma, sin morbo, con delicadeza, buscando complacencia compartida. Me sentí muy acalorado y tenía una puntada en la cabeza; pero la excitación era genial. Cuando sentí que iba a acabar, pude ver cómo mi alma se licuaba con mi semen y cuando empecé a eyacular, el efecto fue tal como si me estuviera vaciando enteramente, sentí como si estuviera orinando, estaba eyaculando una cantidad impresionante de aquel licor y Julia tragaba lo que podía. Perdí la noción de todo y de pronto, todo tranquilo, salvo la inmensa sonrisa que tenía en el rostro. Karen estaba viendo todo y se reía y empezó a aplaudir:

— ¡Muy bien chicos! —Dijo, como si hubiéramos ganado un partido de Fútbol. Sentí que un peso enorme había sido expulsado de mi cuerpo. Me sentía raro.

— ¿Te sientes bien? Espero haberte ayudado. —Y lo decía, limpiándose los labios.

— No tienes idea, querida. Gracias. —Y le di un suave y tierno beso en la frente. — Vámonos.

—Dijo de repente Karen y así lo hicimos. Vi la mancha de semen en su ropa y allí estaba mi alma, regada en el cuerpo y ropas de una chica, frente a una estatua de art deco y con aire victoriano, una nueva marca en mi historial de glamorosas atrocidades: sacar la basura del alma, mientras se tiene sexo oral en un lugar público. Me alejé con las chicas.

— Quiero cereal y echarle la leche de Dean, jajaja —Dijo Julia y se rio y los demás la acompañamos. Yo sabía que estaba en un nuevo estado, más allá del bien y el mal, el dolor ya no podría doblegarme, me sentía dentro de los mitos, me sentía libre, desatado, perdido, delirante, transparente.

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