El olor a quemado lo exaltó y el humo inundaba todo el recinto, en serio iban a escapar de ese asqueroso agujero, su respiración acelerada aunado a los gritos de los presidiarios penetraban cada vez más y más el ambiente, pudo escuchar a Slam gritar su nombre varias veces apresurado seguido de una sonora carcajada, el maldito bastardo estaba disfrutando mucho arremeter contra los guardias que tanto se habían jactado de su poderío ante ellos, si tan solo hubiesen sabido de lo que eran capaces.

James corrió hasta donde se escuchaba la risa, era una escena casi surreal, esquivaba el calor y el caos contenidos en el sitio, un verdadero espectáculo, paró en seco al ver a su amigo que, a pesar de su apariencia frágil por su contextura alta y delgada era un sujeto bastante peligroso, lo más característico de su persona era el mondadientes que siempre tenía en su boca, lo fascinante era como podía convertirlo en una bala ácida. Me mostró su enorme sonrisa de dientes amarillos mientras embestía contra la pared la cabeza de un hombre que intentó apuñalarlo.

Jeimy, ya te habías tardado – dejó caer su cuerpo al suelo, casi ni se hubiese notado que acababa de dejar inconsciente a más de 12 personas, escupió el suelo y se quedó viendo como su saliva derretía el cemento.
Veo que no perdiste el tiempo mientras llegaba. Vámonos de una vez, escuché hablar a unos guardias sobre los refuerzos acercándose – pasó por encima de las personas tumbadas en el suelo, partiendo camino hacia la salida clandestina.

Dicen que los olores traen recuerdos, a James esta frase le retumbaba mucho más que a las personas comunes, observó su reflejo en el espejo sucio del baño sus ojos se veían vacíos y sin expresión, ya habían pasado 4 años desde que había escapado de la correccional de menores y eso lo perturbó un poco, abrió el grifo para enjuagar su rostro
pero solo se quedó viendo como el agua marrón se iba por el desagüe, desistiendo ante la idea salió de aquel sitio. Odiaba el humo del cigarrillo y el bar estaba abarrotado de ello, pidió un trago bastante caro para lo repulsivo que era el lugar esperando así, poder despejar su mente de los fantasmas que lo acosaban.

Las luces, las personas, el ruido, todo lo sentía como un sueño, abstraído totalmente de la realidad percibía como caminaba entre la multitud sin ser notado, estaba solo y tras ese pensamiento se fue del bar. Era de madrugada, en el silencio del callejón sus oídos aún retumbaban, metió sus manos en los bolsillos y se encaminó a su hogar o lo que quedaba de eso. Las calles iluminadas de todo tipo de colores eran demasiado llamativas, la energía del ambiente variaba entre vagos embarrados de penas, alcohol y tal vez heces, las putas con sus muchos perfumes para intentar tapar la vergüenza de su trabajo, algunas ofrecían “extras” al poseer habilidades que los humanos comunes ni se podían imaginar.

El mundo siempre había sido un caos, James lo recordaba de sus varias memorias, la repulsión hacia ellos, la otra categoría, los raros, los monstruos e infinidades de nombres más, a sus tan solo 21 años ya poseía la experiencia de distintas vidas, permitiendo que su perspectiva fuese mucho más amplia que el resto, poniendo en peligro su propia cordura.

Suspiró al ver la casa desde la otra calle, las luces estaban apagadas, pensó en su madre que no había visto desde que entró a la correccional, en lo asustado que estaba cuando sus dones comenzaron a brotar, en su padre, asesinado por él… El lugar estaba como lo recordaba, nada había cambiado, exceptuando el hecho de que nadie había estado en ese sitio desde hacía mucho tiempo y eso lo extrañó, al ir a la habitación de su madre vio que toda la ropa de ella seguía allí sumida en polvo y humedad, no entendía nada, se sentía cansado, se desplomó en el suelo apretando con fuerza sus ojos, las lágrimas amenazaban por salir, sentía rabia y una amargura que comenzaba a crecer cada vez más dentro de él.