La joven de la sangre de oro (XXVI)

in #spanish7 years ago

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Ondskap observó detenidamente a Draugr. Éste dormía plácidamente entre sus brazos, como siempre ha sido desde que se conocieron y se convirtieron en amantes... Pero la paz que percibía en él no era natural. La sonrisa que se formaba en sus labios no era la de un hombre satisfecho con la danza lujuriosa que ambos emprendían bajo el amparo del Metnal. El nombre... El nombre que salía de sus labios como susurros en el viento no era el suyo.

Se levantó de inmediato del lecho. En su mirada se dibujaba una extraña mezcla de horror, asombro y rabia que, al convergerse, se transformó en desconcierto y desdicha. "No... No puede ser...", pensó atormentada. "¡No puede ser! ¡No puede estar viva!"

Desvió la mirada, sintiéndose incapaz de mirarle. 

El nombre... El nombre maldito  que con tanto veneno había pronunciado en el pasado; el nombre que creía haber extinguido en la mente y el alma de su amante, el nombre que creyó haber eludido hasta ahora... Estaba ahí. ¡Ahí, en su mente y en su alma!, ¡ahí, interponiéndose nuevamente entre los dos!, ¡ahí, erigiéndose de las cenizas de fuego y sangre, triunfante! 

¿Cómo?, se preguntaba ella, ¿cómo era eso posible que haya sobrevivido al tiempo y al espacio? ¿Cómo había logrado sobrevivir en Draugr, quien había renunciado a ella? 

Tomando su túnica, Ondskap salió de los aposentos y, abriendo sus alas, se marchó de ahí, sin saber que Draugr la observaba de lejos y con el temor reflejado en sus ojos.

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Gaellahad se secó el sudor de su frente mientras contemplaba con satisfacción el fruto de su trabajo en el jardín. El año parecía prometedor en las cosechas, pues los tomates, la yerbabuena, el cilantro, el epazote y las zanahorias abundaron a lo largo y ancho del terreno junto con los limones, las naranjas y las toronjas; incluso el pequeño rosal que se colgaba en la barda y el viejo cedro que estaba en el fondo del patio había empezado a dar sus frutos con las flores de madera adornando el piso.  

Su familia estaría feliz, especialmente su hermana, quien amaba las rosas y el cedro.     

Levantó la mirada hacia el cielo azul en busca de alguna señal de que las cosas podrían mejorar o empeorar para la familia, aunque desconocía cómo lo identificaría. Su madre era la que sabía cómo identificar aquellas señales; siempre la veía mirando al cielo, interpretando con facilidad sus formas. No sabía explicarse la dedicación que ella tenía hacia cosas que eran fácilmente supersticiones ante los ojos de los demás, mucho menos la precisión con la que ella atinaba sus predicciones. Lo que sí estaba seguro era que su madre poseía una suerte de don.      

Trató de forzar un poco más su vista al detectar un punto blanco que apareció repentinamente en el cielo. Un punto que se hacía más grande conforme descendía a una velocidad insospechada.    

Gaellahad pensó que estaba viendo visiones; aquél punto blanco empezó a tomar la forma de un ser alado. Pudo haber entrado a la casa para buscar su celular y regresar corriendo a grabar la escena, pero algo lo retenía en el suelo. Algo cálido y familiar guardado en su interior; algo que estaba saliendo a flote conforme el ser se acercaba al punto en donde él estaba.   

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  Una energía familiar tomó a Febe completamente desprevenida mientras descendía lenta y pausadamente hacia el jardín que estaba debajo de ella. No sabía de quién provenía, pero estaba segura de que provenía del jardín que estaba debajo de ella. 

 Motivada por su curiosidad, decidió apresurar un poco el descenso a la vez que trataba de identificar aquella fuente de energía tan seductora y tan fuerte. 

He ahí que, al pisar el suelo, se irguió majestuosamente ante el joven de cortos cabellos oscuros, ojos azules y mirada infantil la cual conectó de manera inmediata con la de ella. Un cruce de miradas que le recordó las palabras de Ivar cuando le contó sobre Cristina: No se sabe cómo o cuando, pero sabes que esa persona es tu drakae cuando te mira a los ojos y la energía en él se conecta de inmediato con tu interior. 

El muchacho, fascinado, se acercó con cuidado. Febe esperó; no quería hacer un movimiento brusco que lo asustara. Los humanos eran demasiado propensos a huir de lo desconocido, mismo que juzgan con un alto sentido del prejuicio; por lo tanto, no quería arriesgarse a ser una víctima más de lo que llamaba la satanización de su especie.  

Cuando la mano de él empezó a acariciar su hocico, Febe no pudo evitar maravillarse con la asombrosa suavidad de sus manos a pesar de sus callosidades. "¿Qué crema estará usarlo para tenerlas así?", pensó mientras cerraba los ojos al sentir cómo el muchacho recostaba su cabeza en el hocico, ignorando que sus hermanos habían descendido en el jardín.

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Disponible en Wattpad 

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me encanto tu relato

¡Gracias, @breili! Me da gusto que la historia sea de tu agrado. :) Mantente sintonizaba porque en el transcurso del día de hoy subiré un capítulo nuevo. ¡Un saludo!

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