La historia comienza cuando la familia de un amigo de mi papá adoptó un lobo, el pobre canino desde que nació había sido encadenado, tenía siete meses viviendo en un estado deplorable, jamás lo soltaban de sus cadenas, nunca jugaban con él ni le prestaban atención.

El amigo de mi padre observó que nosotros nunca encadenábamos a nuestros perros, siempre estaban libres en nuestro patio y muy felices, notó que los teníamos bien adiestrados, así que se compadeció del lobo, lo secuestró y lo trajo con nosotros, recuerdo que aquella tarde, cuando llegué de la universidad, yo no tenía ni la más mínima idea de que él estaba en el patio de mi casa.

_{"Dame tu pata, bello y peludo durmiente."
29 de diciembre del 2016.}

Yo siempre había querido un Lobo, era un capricho infantil, pero nunca habíamos tenido la oportunidad para tener uno, cuando lo vi la primera vez me emocioné demasiado, pero ese ánimo se detuvo en seco cuanto lo vi, quedé estupefacto cuando noté en su mirada el reflejo del desánimo y de la indiferencia, no era como otros perros que movían la cola enseguida, no estaba mal nutrido, pero se notaba la enorme soledad y el encierro que había vivido.

Antes de que yo llegara, mi familia había intentado animarlo trayéndole juguetes o haciendo monerías, pero nada lo estimulaba, se mantuvo acostado cómodamente desde mi llegada, aún con su antigua y oxidada cadena puesta alrededor de su cuello lo primero que hice fue mirarlo como un bobo.

Era un Malamute de Alaska enorme y peludo, mi hermana me dijo que habían hecho de todo para animarlo, desde juguetes a comida, pero seguía sentado en el suelo, algo confundido, así que me acerqué, mi primera impresión fue ver lo enorme que era y sus ojos blancos azulados penetrantes, lo acaricie un poco, no hubo respuesta, le quité la cadena y me senté a su lado.

Tenía mucho que estudiar para el examen de psicología del día siguiente, así que me dispuse a leer a su lado, al cabo de unas dos horas el lobo seguía en la misma posición, pero su mirada ahora era curiosa, yo nunca supe por qué fue que se interesó en mí, quizá fue porque nadie se había sentado con él durante tanto tiempo, de verdad ni idea. Me dejó acariciarle sus orejas, eran muy suaves y al instante noté una respuesta, movía su pata trasera de forma frenética si acariciabas su oreja izquierda de una forma muy particular, no ocurría lo mismo con la derecha, así que así fue como todo comenzó.

_{Muy rara la vez que se dejaba tomar fotos, era muy intranquilo, sólo podía cazarlo mientras dormía o recién despertaba. | 2 de septiembre, 2014.}

Éramos inseparables, jugábamos demasiado, salíamos a trotar hasta altas horas de la noche, no había necesidad de preocuparse gracias a él pues era tan grande e intimidante que nadie se me acercaba en la calle, genial. Así transcurrieron los mejores años que vivimos juntos, era espectacular, él era muy inteligente, sabía exactamente mi estado de humor, cuando me sentía triste se acercaba y me dejaba abrazarlo, cuando yo estaba contento se pasaba de juguetón.

Todavía recuerdo aquellas noches de trote, en la que caminábamos entre los arbustos y los árboles (esta es una zona con bastante vegetación) teníamos un lugar favorito, una roca enorme de laja cerca de una de las canchas de arena, allí nos sentábamos cinco minutos.

_{Yo le decía "la alfombra viviente" | 2 de septiembre, 2014}

De verdad que pasé demasiadas cosas con él, si me pongo a narrarlas todas nunca terminaría, así que por ahora dejaré el tema pausado hasta aquí. Luego podría contarles más de lo que nos pasó y de la enfermedad que me lo arrebató, lo cierto es que ha sido el mejor amigo canino que alguna vez tuve y estoy muy agradecido de conocerlo, ambos nos ayudamos de diversas formas, él pudo experimentar lo que era la calidez y el cariño de una familia y yo pude tener los mejores recuerdos, doy gracias a la vida por habernos encontrado.

Definitivamente amé cada momento.

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