Regresamos a la casa ya tarde, pero logramos todo gracias a Dios. Ya no tendremos que salir sino cerca y podemos ir caminando. Es realmente estresante pero no queda de otra, querido Diario, la vida en Venezuela es así, quien sabe hasta cuando.

Preparamos un almuerzo rápido, mi hijo al fin consiguió las mazorcas de maíz tierno y sancochamos unas, también brócoli y un pollito a la plancha y ya resolvimos el almuerzo.

Aseamos la cocina, estaba haciendo el cafecito cuando se puso el tiempo de lluvia, a correr a colocar los envases para recolectar el agua y bueno, ya te sabes esta parte del cuento jajaja, casi todos los días recojo agua de la lluvia para solventar su ausencia en las tuberías.

El resto de la tarde transcurrió entre una interrupción del servicio eléctrico como por media hora, un baño para apaciguar el calor, una cena ligera también, preparamos unos sanduchitos (te debo la foto jajaja), el Té de Santamaría con limón y jengibre (compañero de las noches en tiempos del Covid) y me quedé hasta pasadas horas de la madrugada escribiendo. Te confieso que el sueño me venció y me dormí en la silla de la PC largo rato. Desperté y me fuí a acostar.

La vida transcurre en un abrir y cerrar de ojos (ya estamos casi a mitad de agosto) y no sabemos que va a pasar. En mi trabajo continúa la discusión de muchos problemas de seguridad y dotación, hay tanto personal de salud expuesto, que ya me da miedo regresar, quiero cerrar esa fase y quedarme de escritora, si bien no soy la mejor, supongo que a alguien le gustarán mis historias, ¿verdad?.