Perdido en una noche sin luna | story

José Miguel, se santiguó al darse cuenta que había quedado solo y muy lejos del poblado más cercano. Su caballo se había encabritado, derribándolo al piso y huido de su jinete dejando a este abandonado en una madrugada sin luna en medio de la inmensidad de la llanura venezolana.

Bajo un cielo sin estrellas, la sabana venezolana parecía un mar oscuro y silencioso hacia cualquier lado que mirara. Allí estaba el joven llanero, solo en medio de esta vastedad intentando orientarse para emprender camino.

Aunque se sabía un hombre recio, se volvió a santiguar cuando llegaron a su mente algunas de las leyendas que su abuela le contaba de niño. Historias de espantos y aparecidos que salían de las sombras cuando la luna se ocultaba, para llevarse a los incautos viajeros. José Miguel, no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal, se volvió a santiguar una tercera vez.

La oscuridad se iba tornando más y más densa. De repente, de allá, de lo lejos, un extraño sonido llegó a sus oídos, sonaba como un rezo, como un canto fantasmal que venía de lo profundo de la sabana.

Dirigió la vista hacia la fuente del sonido y vio unas figuras espectrales que comenzaron a llamarlo por su nombre con voces susurrantes. Aterrorizado, José Miguel trató de correr, pero sus piernas se negaron a obedecerle.

Los fantasmas de formas horripilantes, se acercaban cada vez más. José Miguel vio uno con los ojos en llamas que lo señalaba, mientras otros espectros con garras afiladas surgían de la tierra y empezaban a rodearlo. José Miguel gritó con todas sus fuerzas, pero su voz se perdió en la inmensidad del llano.

Las criaturas lo rodearon por completo, envolviéndolo en una red de sogas invisibles pero irrompibles. Eran sogas hechas de sus propios miedos, que lo atrapaban cada vez más fuerte. Con un último grito de terror, José Miguel fue arrastrado hacia la oscuridad, desapareciendo para siempre en la inmensidad de la sabana.

Su mente se nubló. Los fantasmas se multiplicaban a su alrededor, susurrándole palabras incomprensibles al oído y llenando el aire con una melodía escalofriante.

El terror se apoderó de él completamente. Las criaturas, se abalanzaban sobre él, desgarrando su ropa y con sus dientes afilados a punto de clavarse en su carne. José Miguel tropezó y cayó al suelo, trató desesperadamente de cubrir su cara con las manos.

Se sentía amarrado, preso con sus propios miedos. Cada movimiento le costaba más. Luchaba contra una fuerza invisible y poderosa. Escuchó un crujido y las criaturas se abalanzaron sobre él, arrastrándolo hacia la oscuridad.

Poco antes del amanecer el caballo de José Miguel llegó a la casa paterna. Con los primeros rayos de sol su familia salió en su búsqueda, pero, no encontraron rastro alguno de José Miguel, un joven y recio llanero al que se llevó la llanura en una oscura noche sin luna.