En medio de más de una docena de novelas, el escritor chileno Roberto Bolaño publicó tres libros de cuentos: Llamadas telefónicas en 1997 (sobre él pueden leer mi reseña en el siguiente enlace Los primeros cuentos de Roberto Bolaño), El gaucho insufrible, publicado de manera póstuma en 2003; y entre ellos, Putas asesinas de 2001, un libro con un título violento y algo inapropiado para cuando quieres leer en lugares públicos.

Sin ningún atisbo de superstición, el libro contiene trece relatos de extensión variada, en los que reconocemos las obsesiones literarias del autor y algunos personajes de otras de sus obras. El primer cuento es El Ojo Silva, narrado en primera persona por un amigo de Mauricio Silva, apodado "El Ojo", un fotógrafo chileno y homosexual que después de pasar por Buenos Aires y México, se va a la India a hacer unas fotos para ilustrar un libro francés sobre diferentes zonas rojas en el mundo. Allí encuentra un burdel de niños castrados a quienes ayuda a huir, sin poder evitar su trágico final. Después, en Gómez Palacio, el protagonista va a dictar un taller literario a la localidad llamada así y traba amistad con la directora. Aunque no está muy clara la identidad del narrador de estos dos primeros relatos, pareciera tratarse de Arturo Belano, el alter ego de Bolaño en Los detectives salvajes y otras de sus obras: el Ojo Silva conoció al narrador en México y también a su madre, su hermana y su hijo; y en el segundo cuento, quien narra es un poeta que no sabe conducir y que se describe diciendo “todavía tengo el pelo largo, soy flaco”.

Sea o no sea Arturo Belano quien cuenta esas dos historias, sí que aparece claramente en los siguientes tres cuentos. En Últimos atardeceres en la tierra, un joven Belano va a Acapulco con su padre en 1975 a bordo de un Ford Mustang y allí lee poesía, conoce gente y descubre sitios peligrosos, entre ellos un bar de meretrices, en un relato de tensión creciente hasta el abrupto final. Luego, en Días de 1978, Belano llega de México a Barcelona y cuenta la historia de U que tras un intento fallido de asesinato y suicidio, es recluido en un psiquiátrico y en Vagabundo en Francia y Bélgica, Belano llega de España a Francia y recorre calles siguiendo el fantasma de Henri Lefebvre, un escritor ficticio que vivió en Bélgica. En su paso por el país galo, visita a una vieja amiga y se acuesta con mujeres de la mala vida.

Prefiguración de Lalo Cura, un título que refleja el humor de Bolaño, cuenta la historia del hijo de un sacerdote y una actriz porno que participó en una serie de películas para adultos en Alemania, en lo que pudiera llamarse pornografía surrealista, con códigos, imágenes extrañas y mensajes ocultos. En el centro exacto del libro está el relato que da nombre a la colección, en el cual una mujer, a través de la televisión, ve a un hombre en las gradas del estadio, se viste, lo busca y se lo lleva a casa, lo droga, lo amarra (“no es nada personal”, le dice) y lo mata. Pero, ¿quién es este hombre? ¿el violador? ¿alguien la violó antes? ¿es una venganza? Nada queda claro, así que todo es posible en este vertiginoso relato, uno de los mejores del libro. Le sigue un cuento con un humor extraño, El retorno, en el cual un hombre que acaba de morir en el medio de una pista de baile en una discoteca en París a las 4:00 am cuenta lo que le ocurre a su cadáver cuando los enfermeros se lo alquilan a un célebre modisto necrófilo con quien conversa toda la noche.

Para los fanáticos del fútbol y de los misterios, tenemos Buba, la historia de tres futbolistas (Acevedo, un extremo izquierdo chileno; Buba, centrocampista africano; y el Español Herrera) quienes tras una mala racha con su equipo, comienzan a ganar partidos y a jugar mejor después de que Buba comienza a realizar un ritual secreto cargado de música étnica, tribal, tambores, gritos, sangre y magia. Pancho, el protagonista de Dentista, se cree responsable de la muerte de una mujer operada en su consultorio; sin embargo, el relato transcurre por los senderos del arte y la literatura (“Uno nunca termina de leer aunque los libros se acaben, de la misma manera que uno nunca termina de vivir, aunque la muerte sea un hecho cierto”). Vuelve a aparecer Belano, ya adulto, en Fotos, en medio de una aldea africana, revisando una antología de poetas en lengua francesa y contemplando los retratos de los poetas.

Los últimos dos relatos son ejemplos de lo que creía el autor chileno sobre el canon literario imperante en la región durante su época. En Carnet de baile, según la contraportada de la edición de Anagrama "se dan 69 razones para no hablar con Pablo Neruda" y en Encuentro con Enrique Lihn, Bolaño, esta vez sin máscaras ni seudónimos, cuenta que en 1999, al volver de Venezuela, tuvo un sueño con Lihn y Jara en un bar, un barrio, un edificio, en el que sólo se paseaban los muertos, ¿Santiago? ¿el infierno? Algunas de las frases más llamativas de todos estos relatos son las siguientes:

“El poeta es un huérfano nato”

“Yo empecé a escribir porque la poesía me hace más libre, maestro, y nunca la voy a dejar”

“La vida es un poco más dura que la literatura”

Con resonancias de otras de sus obras, pero también de otros autores, como esa luz verde en medio del desierto que recuerda a Jay Gatsby, estos trece relatos discurren por la tristeza, el exilio, la soledad, la violencia, la muerte de los jóvenes, usando escenarios y personajes conocidos para el autor, Barcelona, México, Arturo Belano, la pornografía, agregando elementos nuevos, como lo sobrenatural y la magia negra. De todos los cuentos, además del relato central que considero el más destacado, Buba y Últimos atardeceres en la tierra, me parece que son los que están mejor escritos y aunque la colección no iguala la calidad de Llamadas telefónicas, tiene el aliciente de ser mejor que el póstumo El gaucho insufrible. ¿No has leído nada de Roberto Bolaño? Este libro puede ser una buena forma de acercarse a su obra, aunque no encontrarás aquí el punto más álgido de su pluma.