Cuento Corto: Un mensaje sorpresivo

El amanecer prometía lo mejor, lo sé porque llegaba con el anuncio matutino de sus rayos de luz que una vez más me indicaban que el reloj del tiempo nos daba otra oportunidad.

Sin embargo, mis ganas de salir de la cama se quedaron abrazadas con las sábanas que me arropaban del frío embriagador de la madrugada.

y confieso que me levantó la rutina, más que mis ganas de afrontarla.

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El primero de mis trabajos (o por lo menos al que asistía en primer turno) me dio la misma visión, repetida como en bucle, de las personas que parecen jugar a la rueda rueda con el "jefito", eso se ha convertido en una práctica religiosa, casi que un ritual, llegan, conversan de cosas serias y no tan serias y buscan anclarse en él como si sólo su ética los mantuviera en ese empleo que no da ni para lavarse la cabeza con dignidad.

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Recuerdo haberlos interrumpido para anunciar que pese a un evento donde debían asistir en la tarde yo debía llegar a tiempo a mi segundo empleo. La advertencia no sólo llevaba implícito que debían devolver a tiempo algo que es mío y los ayudaría a trasladarse sino también que sólo saliendo a tiempo me permitirían asistir a mi segunda jornada laboral.

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Puse fe en lo que dije, aunque la acostumbrada desesperanza de los años, esa me dijo que seguramente él llegaría tarde una vez más y que lo volvería a hacer.

Y fue así como la costumbre volvió a hacer de las suyas, aun cuando las intenciones estuvieron presentes, podría decir que se materializó el proverbio que dice: "la intención sin acción no sirve de nada" .

Y mi estado de ánimo cambió como las nubes grises que llegan de repente y ocultan los rayos del sol, las 3:38 se convirtieron en las 4:38 y eso no sólo significó 1 hora de retraso sino el reverdecer de todos los retrasos de los últimos 20 años.

Rabia, desconsuelo y desesperanza me invadieron, sin dejar de mencionar los sentires que me acompañaron desde hace muchos años atrás, esos que me anulaban, porque una vez más sentía que no se le daba el debido respeto y valor a mis trabajos.

Una vez más tocaba ponerme mi careta para que nadie se diera cuenta de lo que me perturbaba por dentro.

Llegué a mi segundo trabajo y pude divisar un cúmulo de gente que me esperaban, en número superaban al cúmulo de emociones que me estaban jugando en contra.

Y una vez más tuve que disociar mi lado profesional de mis emociones, dejarlas a un lado, petrificadas y en pausa, mientrás me mostraba incólume.

Mi jornada duró lo que mi actuación lo permitió, una hora de no mostrar mis sin sabores aunque el torbellino seguía allí, debatiendose con una pregunta de la que nunca he tenido respuesta ¿hasta cuando pasaría por momentos así?

Recordé las peticiones de mi hijo menor y me dispuse a hacer feliz a alguien por lo menos, fue así como me dirigí a aquella panadería que se concurría en las últimas horas del día, una merienda debía comprar y como una petición interna, ese día me dispuse a sentarme un rato a solas, acompañada sólo de un café.

Pedí la merienda, pagué en la caja y entregué el recibo, recuerdo haber pedido un café con leche grande, el primero que me tomaría en la soledad de mi decepción. Recuerdo haber entregado el ticket a un chico que estaba en el mostrador, nunca me hubiese imaginado que pudiera tener el don de "barista del alma".

Los minutos pasaron con descuido, literalmente no quería regresar a casa, y el café llegó junto al mesero que no sólo traía el solitario café que me haría compañía sino también la merienda de mi hijo, envuelta, lista para llevar.

Mis ojos leyeron al mismo tiempo que mi alma, no podía creer que una taza contuviera tanto significado, y es que... repaso en mi mente la frase y hasta parece imposible que toda pudiera entrar en el espacio limitado y reducido de una taza normal.

El tiempo se detuvo, y mis emociones se juntaron todas a flor de piel, me dieron ganas de llorar, aun así no lo hice, lo concurrido del lugar podía dejar ver la cara de desdicha y asombro al no entender como un perfecto extraño había captado en fracción de segundos como me sentía y más allá de eso, escribir las palabras que le podrían dar otro giro a mi día.

Aun me repito mentalmente la frase escrita... "la vida es tan bella como tú"

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Nunca me imaginé que pudiera contemplar por tanto tiempo una taza de café, no me atreví a endulzarla porque cada palabra la endulzaba sublimemente. Quería conservarla intacta, y fue allí cuando decidí tomar mi teléfono y fotografiarla.

Aun no salgo de mi asombro, sobretodo porque observé cada taza puesta en las distintas mesas de ese sitio y no llevaban mensajes, por lo menos el único escrito ese día fue para mi.

¿Empatía?, ¿mensaje de Dios a través de aquel muchacho?, ¿coincidencia?, ¿casualidad?, ¿causalidad?, la verdad no sé, pero allí estaba ese mensaje que puso todas las emociones en su lugar.

La vida es tan bella como tú

Revisé mis bolsillos y no me quedaba efectivo para dejarle la propina más merecida del mundo que podía dejar, aquel café no valía tanto para mi como el mensaje escrito en él. Por eso tomé la determinación de agradecer a aquel muchacho tanta asertividad .

Una vez que el líquido contenido en la taza se extinguió, me dispuse a entregarsela antes que el mesonero la retirara e hiciera impersonal lo sucedido. Me acerqué, logré la atención del barista que se encontraba preparando otro café sanador y le dije calmadamente:

Mi día hoy estuvo de la patada, lo mejor del día me lo escribiste en esa taza de café, así que Gracias, no dejes de escribir mensajes porque la verdad hacen falta y mucho.

El muchacho sólo sonrió, le di la espalda y me retiré a mi hogar, callada, sin música, recordando el mensaje más sorpresivo que jamás había recibido.

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Y fue así, como llegué a casa, entregué la merienda y me dispuse a descanzar, recordando que una vez más el reloj del tiempo me diría que mañana sería otro día y con él 24 horas de nuevas oportunidades.

Fin

Nota: Este cuento fue realizado por mi @alanasteemit el día lunes 29 de Mayo del 2023.