PALABRAS

Estoy buscando las palabras. Ellas se me han presentado en sueños o en el momento en que cae la lluvia o en la quietud. No sé si meditar para que los pensamientos pasen como nubes delante de mí sin formar ideas concretas sea la manera de acercarme a este momento que no quiero soltar.   

Colores, texturas, abrazos, explosiones, dibujos, un libro, tu espalda y tus puntos negros, el Universo, agujeros de gusano, pedestales, ríos, una ola que me arrastra, un lápiz, la madera, el círculo concéntrico, el infinito en espiral, la calma, la pasión, lo sublime, lo raquítico, lo constructivo, lo que no tiene nombre, todos los nombres, el té, la ceremonia, el agua, la fuerza de lo duro, lo pequeño, lo uniforme, lo deformado, lo que va viniendo por las orillas del cielo.   

No encuentro la exactitud, la verdad, la línea siempre será curva a pesar del punto, de los dos puntos, de los infinitos paralelos que se mueven encontrándose en un punto de fuga. La sonrisa, la palidez, la sonrojada fuerza de las flores, la quietud, el alboroto. Tu nombre tocando la puerta en voz de alguien.   

Una tortuga giratoria, un escapulario, la memoria, la arena, cubos de pinceles. Arcilla amasada, un amanecer sobre los árboles, un pensamiento que hace fuego o lluvia o viento. Sequedad. Humedad. La quinta vértebra dorsal.   El pie y la rodilla, un beso por lo sagrado, una pasión que me arrastra, pero también lo otro: lo que es invisible y existe. Los olores, las mínimas campanas, el silencio y el tono de la voz, las almohadas.   

Lo profundo, los rincones descubiertos, la calma de los trinares, lo recuperado, lo perdido, las despedidas y los tubérculos. Albahaca que se mete en la memoria. El orégano, la flor de paraíso, las especias, el montecito, las espiguitas, la flor morada del camino, las margaritas silvestres, los mangos y los nísperos con todos sus olores. 

Tu huerta. El despertarse en el asombro, el hogar y la ropa limpia. Los ruidos, las risas, los cantos desconocidos. Este combate contra el frío y tú.