LA ÉTICA DEL LECTOR Y DEL ESCRITOR

in #yomismosoy6 years ago (edited)

  Lectores y escritores hacen de la ciudadanía un espacio donde lo humano, lo sensible, lo reflexivo y lo hermoso pueden juntarse. Por otra parte ambos van adquiriendo conocimientos en la medida que avanzan, cada uno, tanto en la lectura como en la reescritura de la realidad, de las investigaciones que realizan para construir libros y para, a partir de las lecturas adquirir nuevas miradas de horizonte.   

Un buen lector no desperdicia nada. Todo lo escrito sirve para construir nuevas propuestas, para abrir los sentidos del cuerpo y del alma, además para dar aportes tanto a su vida personal como a la vida colectiva. Bien dijo nuestro Libertador, Simón Bolívar, que “nos dominan más por la ignorancia que por la fuerza”, así pues el buen lector no puede ponerse gríngolas para obviar lecturas.   

El buen lector busca el conocimiento y para ello la Literatura tiene una amplísima variedad de repertorio en su historia dentro de la humanidad. En este sentido vale leer todo lo que cae en nuestras manos porque en la medida que el lector va profundizando en la lectura, elige qué tipo de textos son los que le interesan. No valen los prejuicios ni sociales ni políticos. El lector es quien decide, democráticamente, qué es lo que le llena, le emociona, le transforma y le hace redescubrir la realidad en la que vive.   

El buen lector tiene consideración con la geografía y la época en las cuales fueron las obras que lee: es importante que sepa cuál es el contexto histórico y socio-cultural en que fueron escritas las mismas. Si la historia es cíclica, quien lee encontrará referencias de muchos lugares y de muchas épocas reflejadas en el momento preciso en que descubre lecturas y temas. En ese sentido una de las cosas que aporta la lectura es el sentido crítico y agudo para la comprensión de los momentos históricos en que vive, contraponiéndolo con los que dieron lugar al libro que tiene en sus manos.   

El desarrollo del lector lo empuja a buscar. Inicialmente lo que nos empuja a leer es nuestra conexión con los cuentos, con el escuchar y de allí pasamos a la página escrita, donde el asunto no es sólo decodificar el mensaje sino aprehenderlo, comprender lo que se lee y cómo podemos articular eso con nuestra sensibilidad como seres humanos en medio de las vorágines que nos conmueven y asolan diariamente.   

La valoración de la lectura, es un encuentro con nuestra multiplicidad sensorial: se lee lo que vemos, lo que escuchamos, lo que nos toca, los olores, los sabores… Todo es lectura y la lectura es infinita. Pero se tiene que partir de un punto específico para poder encontrar en ella el sentido universal que se profundiza dentro de nosotros mismos. Dice Alberto Manguel: Pronto aprendí que la lectura es acumulativa y que procede por progresión geométrica: cada nueva lectura edifica sobre lo que el lector ha leído previamente (pág.35)    

Defiende y proclama los valores de la lectura como algo trascendente y reflexiona profundamente sobre la relación casi misteriosa entre el lector y el libro. Por eso inserta afirmaciones como estas: "El que lee no está solo nunca"; "Leer es una manera para el alma de zambullirse en la vida"; "Leer es casi tanto como respirar, es nuestra función esencial" Termina con unas consideraciones sobre el poder de la lectura y, por consiguiente, se refiere al miedo que los gobiernos totalitarios tienen a los lectores, porque éstos son siempre subversivos.[1]   

En este sentido el lector tiene bajo su responsabilidad una moral que lo hace descubrir los límites de la libertad personal y de las libertades colectivas, ya que desde siempre la lectura, como acto democrático expresa en sí misma una enorme cantidad de actos libertarios que van desde el alma hasta las relaciones del ser humano y de la sociedad en la que se haya inmerso. Por eso el lector no sólo debe leer y apropiarse de lo que el mercado de la industria cultural pone en sus manos.   

Un buen lector debe buscar internarse en todas las racionalidades, leer libros prohibidos, ponerse en contacto con los libros que son señalados como peligrosos porque en ellos encontrará razones que el mercado quiere hacer que sean olvidadas por las masas.   

Saber leer no era, para los esclavos, pasaporte inmediato para la libertad, sino más bien la forma de acceder a uno de los instrumentos más poderosos de sus opresores: el libro. Porque, como lo han sabido siglos de dictaduras, una multitud analfabeta es más fácil de gobernar.[2]   

Por otra parte, parafraseando a Henry Giroux en su análisis sobre la Escuela de Frankfurt, hay una industria cultural que produce bienes, entre los cuales se encuentra el libro, la televisión, la escuela y por supuestos los consumidores de los bienes que produce para legitimar la lógica del capital y sus instituciones. Es en este sentido que el lector se convierte en un subversivo porque la lectura lo libera de las trampas de esa industria y se convierte en un ser crítico y racional, además de sensible como ya dijimos anteriormente.   

Vamos a citar a Alberto Manguel quien dice que el lector es como un viajero y la lectura un reconocimiento del mundo y el libro   

…es muchas cosas. Un receptáculo de la memoria, un medio para superar las limitantes del tiempo y el espacio, un lugar para la reflexión y para la creatividad, un archivo de nuestra experiencia y la de los otros, una fuente de felicidad, de iluminación y, en ocasiones, de consuelo, una crónica de eventos pasados, presentes y futuros, un espejo, un compañero, un maestro, una convocatoria de los muertos, un divertimento; el libro en sus muchas encarnaciones, de la tableta de arcilla a la página electrónica, ha servido por mucho tiempo como una metáfora de muchos de nuestros conceptos y empresas esenciales.[3]   

El buen lector tiene como indispensable tarea la de transformase y la de comprender la lectura no como acto de instrucción sino como acto de vitalidad transcendente.   

En cuanto al escritor, lo indispensable es que sea un buen lector. Que sus palabras conmuevan el alma de los lectores, que comprenda que en su acto subversivo de escribir está obligado a comprender que va a ser leído, no por sus amigos, no por sus compañeros de lucha, sino posiblemente por un mundo de lectores cambiantes, comprometidos que buscan en sus palabras abrevar la sed de conocimiento, de fantasía, de relación con el mundo.   

El escritor debe estar en contacto con la realidad histórica de la cual forma parte y cada una de sus palabras deben servir para transmitir un arduo sentido de la existencia humana, más allá de las implicaciones socio-políticas, sino la de establecer un dialogo cultural que apunte a mejorar la sociedad donde vive. Debe dejar constancia de su paso por la historia, por los movimientos íntimos que constituyen el punto de partida de su hacer en el planteamiento de su obra.   

El escritor debe cuidar la palabra, hacerla hermosa, tener su propio diccionario de términos, sus propios códigos escriturales que con-suenen con el otro. Tiene que tomar consciencia de que su obra no está concluida hasta que encuentre unos ojos que la lean, un corazón que la sienta y un cerebro que la interprete para sí mismo en el ritmo pausado de la interrelación con el mundo.   

El escritor debe tener presente su responsabilidad ante la historia que se mueve, que va cambiando a ritmo inusitado esa responsabilidad debe ser medido en su contacto con las lecturas que le llegan y en el aporte que hace a la sociedad al interpretarlas para terceros en el género que más le agrade.   El escritor debe tener seriedad con el lenguaje, con el uso del idioma, con la exploración de las palabras, con la belleza que existe en la morfosintaxis, en la cohesión de la hechura escritural, en la constancia de la infinitud de términos que existen y hasta atreverse traspasar las fronteras del saber inventando sus propios códigos y significados.   

El escritor tiene que tener consciencia amplia del mundo, de la cultura impuesta y de los ideales de las posibles maneras en las cuales la humanidad pueda llegar a tener una vida que la conduzca a un destino más alto y amplio. Con cada obra el escritor debe poner en práctica su lucidez y su respeto a los otros, desde el lenguaje y desde la creación.   

Todo escritor es un reescribiente. Y para ello necesita del respeto, de la responsabilidad y del valor para saberse parte de las múltiples explicaciones que puede darle a los acontecimientos personales, que lo imbrican en el entramado social. En fin el escritor debe ser un actor social, comprender su función de transformador de la sociedad y de sus roles dentro de la sociedad.
 
   [1] file:///D:/Documentos/Descargas/2300-4758-1-PB.pdf   [2] idem   [3] file:///D:/Documentos/Descargas/Dialnet-AlbertoManguelElViajeroLaTorreYLaLarva-5764284%20(1).pdf    

Coin Marketplace

STEEM 0.19
TRX 0.15
JST 0.029
BTC 64284.72
ETH 2650.82
USDT 1.00
SBD 2.79