GRIETAS
Comiendo luna amanezco de pronto y surten efecto los carnavales de la tolerancia. Lo tardío es una hoja que pasa mientras que las tortolitas hacen nidos entre las nubes que viajan sin decir donde. El desamparo tiene lugar entre los ríos que van soltándose entre la carama y las piedras inconmovibles.
El olor a resedá viene a poblarme los espacios que se han quedado vacíos. Suelo huir a pie de monte por los oreganales que se espolvorean al zumbido de las abejas. Todo lo efímero huele a demonios agrietados, a consolas que se multiplican en la penumbra.
La impermanencia es el estado de las rupturas. Las botellas que se dejan en la mitad del asfalto, muy quietas esperan a quien las quiebre de una vez. No hay maneras de sostener la acaecida. Todo es vulnerable en el paisaje que se intoxica de arreboles, mientras que lo único que fluye es el río.
Por las grietas sale el corazón, como una esponja que se seca entre las manos. Allí se muestra con todo el esplendor de lo absoluto, entre el pecho y el universo creando nuevas maneras de vivirse rumbo a la copa de los árboles. Subterfugios de la esperanza para hallarse a salvo entre el marasmo.
Toda confusión se manifiesta entre pieles rotas, raídos insultos de la tarde, fuego lento de la diáspora que espera un segundo para los abandonos. Sigue en curso lo que se ha anunciado mientras que atajamos lo que nos queda con una cinta frágil que en cualquier momento se rompe.